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En un análisis integral recientemente publicado de la educación brasileña, Barbara Bruns, David Evans y Javier Luque del Banco Mundial argumentan que si bien el país ha logrado grandes avances en mejorar la cantidad y la calidad de la educación en las últimas dos décadas, las autoridades deben hacer mucho más para competir exitosamente con los sistemas de la OCDE para el año 2021. A partir de 1995, el gobierno federal estableció una serie de macro-políticas que cambió la forma en que el sistema educativo funciona, incluyendo igualar el financiamiento entre las regiones, estados y municipios (FUNDEF); medir el aprendizaje de todos los niños a través de una prueba de rendimiento a nivel nacional (SAEB); y asegurarse de que los niños pobres puedan asistir a la escuela (Bolsa Escola). Como resultado, el porcentaje de la fuerza laboral brasileña con educación secundaria aumentó del 30% en 1993 al 60% hoy, y Brasil fue el tercer país de 49 en aumentar más rápido sus puntajes en el examen PISA de la OCDE.
No obstante, a Brasil le falta mucho más por hacer. Los autores presentan cuatro recomendaciones: 1) aumentar la calidad de los maestros, 2) enfocarse en el desarrollo temprano de los niños pobres, 3) construir un sistema de educación secundaria de clase mundial, y 4) orientar políticas públicas federales por lecciones extraídas de las políticas y programas que se están probando por los gobiernos estatales del país.