Las computadoras en la educación primaria: ¡Cuidado!

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A principios de los años ochenta, mis colegas del Instituto SER de Investigación en Colombia estaban trabajando con Seymour Papert, quien era en ese entonces Director del Laboratorio de Inteligencia Artificial del Massachusetts Institute of Techology (MIT). Estaban aplicando el Lenguaje de Programación Logo, o simplemente “Logo,” entre estudiantes de primaria rural en Nemocón, Colombia.  También era uno de los integrantes de la iniciativa One Laptop per Child (“Una computadora por niño”), y empezó lo que hoy es el Media Lab (laboratorio de medios de comunicación) de MIT. De hecho, él es uno de los padres fundadores de la tecnología de la educación.

Papert  creó Logo como una herramienta que, en principio, puede ser usada por educadores para mejorar la manera en que sus estudiantes piensan y resuelven problemas. Sin embargo, por muchos años los estudios sobre los beneficios cognitivos  y no-cognitivos  de Logo han producido resultados mixtos. Nuestra investigación en Nemocón y en la ciudad de Bogotá nos enseñó que el programa cambió las relaciones sociales en la escuela (las niñas usaban Logo en maneras más creativas que los niños y por eso mejoraron su prestigio en relación con los niños); ayudó a mejorar el autoestima y hasta la originalidad y la creatividad; además, incrementó las actitudes positivas hacia la escuela. Pero su impacto en el aprendizaje fue insignificante.

Años después, Nicholas Negroponte, un antiguo colega de Papert, empezó a promover las computadoras como una manera de mejorar la calidad de la educación primaria en los países en desarrollo, y el instrumento que propuso fue One Laptop per Child (OLPC). Prácticamente fue—y, desafortunadamente, sigue siendo—un despliegue unilateral con poca o ninguna consideración hacia otros elementos educativos como el currículo y los docentes, basado en entregar computadoras de,  supuestamente, US$100 que los estudiantes podían usar en la escuela y en sus casas. Siendo un hombre emprendedor, Negroponte se dirigió al Banco Mundial buscando apoyo para su idea.

En ese entonces, tuvimos que explicarle al presidente del Banco Mundial que no estábamos listos para apoyar la iniciativa OLPC porque no teníamos suficiente evidencia empírica sobre la efectividad de las computadoras para mejorar la educación primaria, y señalamos que los hallazgos de algunos estudios de evaluación de impacto sobre el tema (el uso de computadoras para mejorar la calidad de la educación primaria) no apoyaban su causa. También destacamos el hecho de que US$100[i] por alumno era aproximadamente el gasto anual de un alumno en educación primaria en muchos de nuestros países miembros, por lo cual era arriesgado, cuando menos, invertir esa cantidad en una sola intervención que podría mejorar, o no mejorar, la calidad educativa.

Ese mismo año asistí a una reunión organizada por INTEL para discutir el uso de las TIC en educación, la cual fue realmente memorable ya que muchos expertos internacionales sostuvieron una discusión abierta y franca sobre el tema. Una profesional de Cali, Colombia, se mostró sorprendida cuando yo dije que no había un solo estudio de evaluación de impacto que demostrara que las computadoras eran efectivas para aumentar la calidad de la educación primaria. Desde su punto de vista, el hecho era tan obvio que no tenía que ser comprobado.

Un par de años después, luego de un abrupto cambio en la presidencia del Banco Mundial, el señor Negroponte nuevamente buscó apoyo de la institución, y tuvimos que reiterar nuestra posición de no involucrarnos mientras no se generara más información. Yo estuve particularmente afectado, porque un socio firmó un memorándum para apoyar a OLPC en la región donde yo estaba trabajando. Esta vez, me preguntaron por qué no estábamos por delante de nuestros socios. Mi postura era simple: No era responsable financiar insumos educativos que no habían demostrado ser efectivos basados en evidencia empírica. La información basada en evidencia que estaba disponible en ese entonces no apoyaba la iniciativa. No me despidieron, así que supongo que aceptaron mi postura.

Muchos países desarrollados y en desarrollo han invertido cientos de millones de dólares en computadoras para la educación primaria. En algunos países en desarrollo, como Argentina, Brasil, Georgia, Honduras, India, Kenia, Perú, Ruanda, Turquía y Uruguay—por mencionar sólo algunos—, lo han hecho, y algunos han seguido el método OLPC.

Los resultados de países tanto desarrollados como en desarrollo por fin están produciendo datos, y no han cambiado mi punto de vista sobre el tema, ya que no se ha encontrado evidencia que apoye este método. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en el contexto latinoamericano, y otros donantes en otras regiones están apoyando proyectos de investigación sólidos, y algunos están considerando seriamente la experiencia. Algunos de nosotros nos sentimos optimistas de que esta nueva ola de investigación esclarecerá el tema y ayudará a que se tomen decisiones más responsables.

Un sólido estudio de evaluación de impacto que siguió la metodología ortodoxa más demandante no encontró evidencia de que el programa OLPC aumente el aprendizaje en matemática o lenguaje.[ii] En el caso de Uruguay, varias evaluaciones tampoco encontraron evidencia de que el programa OLPC aumente el aprendizaje en matemática o en lectura. Este último está basado en un análisis longitudinal de datos de panel[iii] 

De hecho, ninguna evaluación de impacto ha encontrado que las computadoras produzcan un efecto positivo en el aprendizaje cuando se implementan programas no guiados como OLPC. Sin embargo, está surgiendo evidencia con información que el BID ha utilizado para identificar elementos a considerar cuando se apoya el uso de computadoras en la educación primaria. Ciertamente, es importante: (i) enfocarse en objetivos de aprendizaje específicos; (ii) prestarle atención a la interacción entre la infraestructura (el hardware y software), el contenido (currículo) y las necesidades de recursos humanos (la formación de docentes y directores); (iii) la expansión progresiva a través de un esfuerzo sostenido en el tiempo; y (iv) el monitoreo y la evaluación.[iv] 

Me parece lamentable que las autoridades en varios países en desarrollo, algunos en América Latina y el Caribe, se embarcaron en algunos de estos programas no guiados sin ninguna información sobre su efectividad. Se están desperdiciando cantidades significativas de recursos escasos. ¿Quién es responsable? ¿Los proveedores, las autoridades del sector, los financiadores?

Nosotros animamos a las autoridades a que diseñen e implementen políticas y programas basados en evidencia empírica. Se han hecho buenas evaluaciones de impacto, y hoy en día tenemos más información útil que nos señala claramente que es un desperdicio financiar y distribuir computadoras sin una integración sistemática de su uso en el currículo formal y en el programa pedagógico. Es importante asegurar que, además de las computadoras, se le da atención a asuntos técnicos, incluyendo el currículo  y la formación docente. También es importante averiguar si estos programas son efectivos en relación con su costo  antes de que venga una segunda ronda de inversión buscando mejorar la calidad educativa en los países en desarrollo a través de computadoras en el aula, especialmente en América Latina.

[i] De hecho, creo que hoy en día el costo de una computadora es por lo menos el doble de esta cantidad. Un asunto tan serio como este requiere un análisis de costo-beneficio de la intervención. 

[ii] Para más información sobre este caso en Perú, ver J. Cristia, S. Cueto, P. Ibarraran, A. Santiago, y E. Severin, 2012. Technology and Child Development: Evidence from One Laptop per Child Program in Peru. IDB-WP 304.

[iii] Para más información, ver G. de Melo, A. Machado, A. Miranda, M. Viera, 2013. Impacto del Plan Ceibal en el aprendizaje. Evidencia de la Mayor Experiencia OLPC. Instituto de Economía. Universidad de la República, Uruguay, Serie Documento de Trabajo. DT 13/2013.

[iv] Para más información, ver P. McEwan, 2014. “Improving Learning in Primary Schools in Developing Countries: A Meta-Analysis of Randomized Experiments”.  Review of Educational Research. Vol. XX. No. X.  También ver E. Arias, and J. Cristia, 2014. The IDB and technology in education: How to promote effective programs?  IDB-TN-670.


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