Informe de Progreso Educativo Honduras: 2017
¿Cuáles son los retos más urgentes para el sistema educativo hondureño? Lanzamiento del IPE Honduras 2017
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Centroamérica está pasando por una de las crisis más severas de su historia. Es cierto, no son los tiempos de Somoza o Rios Montt, y las elecciones son relativamente más justas que en el pasado. Pero no es un solo país, sino la región la que enfrenta grandes problemas. El número de muertes en la región en los últimos diez años es tan o más alto que lo que se reportó en los 80. La gobernabilidad democrática está infectada por la continuidad en el abuso de autoridad, acompañado por una corrupción política que carcome el débil tejido democrático. Incluso en Nicaragua, a veces fuera del foco internacional en temas de inseguridad, la violencia es real. El desarrollo económico de la región en el siglo XXI sigue estancado en la pobreza y la desigualdad. Y a esto se agrega el deterioro del ambiente. Los adultos y niños están huyendo de sus países y esta migración sigue creciendo como un producto de la pobreza, el crimen, los abusos de autoridad y la corrupción. Hay que tomar la crisis de Centroamérica en serio.
Aunque los records de historia ponen a la década de los 80 como los más violentos de la historia centroamericana moderna, las cifras de homicidios en los últimos 15 años apuntan a una tendencia violenta incluso mayor que la del período de guerras civiles. Por ejemplo, en los 80 El Salvador sufrió 70,000 muertes durante su período de guerra y Guatemala más de 100,000. Entre el año 2000 y 2014, más de 200,000 personas han muerto como resultado de acciones violentas en El Salvador, Guatemala y Honduras. Aunque en menor medida en Nicaragua, la violencia es una realidad manifiesta en la intimidación y las amenazas. Estas muertes son consecuencia de múltiples causas de violencia, pero en particular, de la presencia de un ecosistema de crimen organizado que incluye pandillas bien armadas, bandas de extorsionistas, narcotraficantes que trasiegan droga con sus propias milicias armadas, secuestradores y hasta turbas organizadas por líderes y agrupaciones políticas como es en Nicaragua.
El ejercicio de la autoridad política está contaminado por el abuso del poder, la corrupción y en muchos casos con violaciones a derechos humanos. La renuncia del presidente de Guatemala es un indicador de la dimensión de la ingobernabilidad que resulta de la corrupción que abrumó al país. Tanto en Guatemala como en Honduras, los fraudes contra el erario público son terroríficos. Solamente el caso de ¨La Línea¨ en Guatemala es de más de US$350 millones, cantidad similar al fraude contra el sistema de seguridad social en Honduras. Tal abuso representa el 5% y 10% del gasto público del gobierno Guatemalteco y Hondureño respectivamente! En Nicaragua, la falta de transparencia es más que aparente: no hay rendición de cuenta a los más de 3,000 millones de dólares provenientes de la llamada cooperación estatal venezolana. Y esto es solo un ejemplo para cada país. La ingobernabilidad se observa en la forma en cómo las pandillas han paralizado la economía y el ordenamiento público alvadoreño a través demás de 30,000 pandilleros, mediante extorsiones millonarias causadas por miles de bandas que amedrentan la vida de hogares y negocios por cantidades pequeñas pero de manera sostenida. No hay duda que las pandillas aterrorizan a sus propios vecinos con la amenaza de muerte.
Las redes narcotraficantes que operan en la región, establecen alianzas con gobiernos locales, líderes comunitarios y pequeños empresarios para reciclar los ingresos por el trasiego de drogas. Los carteles que operan, así como las bandas extorsionistas no distinguen entre civiles y narcos, matan a cuenta propia. Lo más terrible es que mantienen secuestrada a las instituciones locales y a veces nacionales, como pasó por muchos años en la policía Hondureña. En Nicaragua también existen desde los años ochenta pandillas organizadas y subsidiadas por el gobierno que amedrentan al público, la disensión y el derecho a protesta.
A pesar de vivir en la era digital,en el siglo XXI, los Centroamericanos siguen viviendo altos niveles de pobreza. Más de la mitad de la población Centroamericana vive con menos de US$4 diarios y en algunos países en situación de desigualdad. Esta pobreza no es nueva, el posicionamiento de la región frente a su desarrollo humano muestra que desde 1980 estos países no han mejorado sustancialmente en su ranking mundial. Incluso, la posición de Nicaragua ante otros países en el mundo en su nivel de desarrollo humano ha caído más que aumentado desde 1980. Aunque desarrollo humano no es estático, sino más bien dinámico, nuestras sociedades no se han ajustado a los cambios globales debido a la miopía regional sobre las prioridades del bienestar humano. La región continúa siendo un territorio compuesto por una mano de obra no calificada, con muy bajos niveles de educación, altamente informal y mal pagada. Es casi imposible salir de la pobreza con modelos económicos enfocados exclusivamente en trabajo no calificado, sin educación superior y en un contexto de informalidad.
Las circunstancias presentes no son propicias para que las personas se queden en sus países. En una encuesta a Salvadoreños en el 2014, más de un tercio dijo que pensaban emigrar. Y en la realidad, el número de personas que sale es de al menos 200,000 por año. Solamente el número de personas que entra a Estados Unidos desde Centro América es 130,000 personas anualmente. Pero este dato no toma en cuenta los que son detenidos en la frontera con México y Estados Unidos y que abarcan a más de 200,000 personas.
Para dimensionar esto, hay que notarque el crecimiento anual de la fuerza laboral de la región en algunos casos es similar al número de personas que intenta salir de su país. ¡Aquellos que logran entrar a Estados Unidos representan el 30% del incremento anual de esta fuerza laboral! Nicaragua tampoco es la excepción a esta situación. A diferencia de los otros vecinos del norte de la región, la migración Nicaragüense ocurre hacia Costa Rica, y el ‘éxito’ al cruzar la frontera es casi del 100%. Más de 15,000 nicaragüenses entran a Costa Rica cada año, pero nadie reporta la magnitud de este hecho.
A esto hay que agregar además el número de menores de edad que están huyendo de sus países en busca de oportunidades y seguridad. No son cantidades pequeñas. Esta es otra tendencia que conforma los patrones de migración en la región. Esta tendencia llamó la atención de los políticos estadounidenses, organizaciones de derechos humanos y medios de comunicación en el verano de 2014, pero no es nueva. Si bien el año fiscal 2014 vio niveles récord de niños no acompañados procedentes de Centroamérica (más de 40,000), el año fiscal 2015 ha registrado una decaída del 30% en relación con el 2014 (con 25,000).
¿Cuántas personas más tendrán que morir, huir de su país, vivir en pobreza y cuántos corruptos tendrán que robar para que a la crisis de Centroamérica se la tomen en serio las elites? Centroamérica no va para adelante, ha retrocedido en momentos cruciales de la historia de la civilización. Tanto sus líderes y sociedad, así como la comunidad internacional, tienen que enfocar sus energías y esfuerzos en el capital humano, revitalizarlo, fortalecerlo y empoderarlo. Los centroamericanos se merecen mejor vida, con niveles de formación a estándares más que aceptables, con acceso al poder sin tener que recurrir al clientelismo político y la corrupción.
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