El difícil año de Obama en América Latina

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2009 no fue un buen año para las relaciones Estados Unidos-América Latina. Los republicanos en el Congreso bloquearon los nombramientos de funcionarios estadounidenses claves en la región, desestimaron los esfuerzos de la administración Obama para responder con oportunidad a la crisis hondureña y a otros retos hemisféricos. Los demócratas, a su vez, hicieron imposible negociar responsablemente asuntos comerciales. Evadieron firmar tratados de libre comercio con Colombia y Panamá y mantuvieron el bloqueo a la entrada de camiones y trailers mexicanos a su territorio. El gobierno, por su parte, apostó a la consigna proteccionista de “Comprar Americano” como forma de estimular su mercado interno. A pesar de su bienvenida a la Cumbre Latinoamericana de abril de 2009, los gobernantes del continente hicieron incómoda la estancia de Obama; más de lo que se esperaba. En junio, los gobiernos latinoamericanos presionaron en Washington para acordar el fin de las sanciones y la marginación de Cuba en la OEA, decisión que Estados Unidos (EU) quería evitar en tanto lanzaba su propia y cauta estrategia para acercarse a la isla. Cuando la OEA falló en su iniciativa para revertir el golpe de Estado en Honduras, las opiniones en EU y en el resto del hemisferio se polarizaron rápidamente. Muchos gobiernos de la región se opusieron a la decisión estadounidense de reconocer las elecciones de noviembre y abandonar los esfuerzos por restaurar en su puesto al presidente Zelaya. La crisis hondureña demostró lo difícil que es para EU realizar acercamientos multilaterales en una América Latina dividida. Casi todos los países sudamericanos condenaron el acuerdo con el que Colombia permitió el uso de sus bases militares a efectivos estadounidenses. Salieron a flote las profundas suspicacias respecto a las verdaderas intenciones de tal despliegue (aun a contrapelo de la buena voluntad que dijeron tener hacia el presidente Obama). EU y Colombia manejaron el incidente de manera pobre y fue notoria la sorpresa de Washington ante la reacción de los presidentes latinoamericanos. Brasil, una vez visto como un prometedor socio de la administración Obama, ha hecho patentes sus desacuerdos con la política americana, quedando ambas naciones decepcionadas. Brasil fue uno de los más fuertes críticos del acuerdo de bases militares EU-Colombia y de la forma en que Washington manejó el asunto hondureño. Los cada vez mayores acuerdos brasileños con Irán, así como la falta de condena del presidente Lula hacia su homólogo iraní, Ahmadinajed, también molestaron a EU. A eso hay que agregar el estancamiento de la cooperación americano-brasileña en la ronda comercial de Doha, aunque vale reconocer que hubo entre los dos países un buen grado de entendimiento en la reunión de cambio climático de Copenhague. Para rematar, en noviembre el presidente Lula señaló que EU “no está poniendo atención a América Latina”. A pesar de los calurosos saludos entre el presidente Obama y el venezolano Hugo Chávez, es un hecho que éste ha perseverado en su campaña antiamericana. Ha comenzado incluso a atacar directamente a Obama en lugar de ignorarlo; lo ha señalado como bien intencionado pero débil para poner en orden a agencias predadoras como el Pentágono o la CIA. La agenda de Obama para 2010 ante América Latina no será fácil. EU necesita reconocer al nuevo presidente hondureño, Porfirio Lobo, y dejarlo gobernar. Aun así, Washington ha de trabajar junto con la OEA y otros gobiernos para encontrar una mejor forma de defender colectivamente la democracia. Quizá más importante será que EU renueve su énfasis en las relaciones económicas con la región. La administración Obama ha sido negligente en temas económicos, incluída la falta de acuerdo para la firma de tratados de libre comercio con Colombia y Panamá, en conflictos arancelarios, y en los retos energéticos y migratorios. Todos estos son temas cruciales para gobiernos latinoamericanos en los que EU podría ser de mucha ayuda. Descorazonado por el atorado acuerdo comercial, Colombia necesita saber que cuenta con el apoyo estadounidense en su batalla contra la guerrilla, el narco y las amenazas venezolanas. Los colombianos, a su vez, tienen mucho por hacer combatiendo abusos a derechos humanos. El posicionamiento respecto a Venezuela requiere un balance. Confrontarse con el presidente Chávez sería contraproducente, aunque tampoco Estados Unidos puede ignorar las violaciones de Chávez al régimen democrático, su intervencionismo en otras naciones y sus crecientes ligas con Irán. Los problemas de México, como su severa crisis económica y el incremento de la violencia no tienen pronta solución. El Plan Mérida puede ayudar, pero nuevos acercamientos en el tama migratorio, la lucha antidrogas y el paso de camioneros mexicanos a EU pudieran ser más importantes para mejorar la relación, ninguno de los cuales avanzó significativamente en 2009. El deterioro de la seguridad en América Central y en el Caribe tampoco pueden ser ignorados por Obama.

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