¿Es muy tarde para el Diálogo en Venezuela?

˙ Voces

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La tensión política en Venezuela llegó a niveles insólitos aún para el convulsionado país sudamericano. Por segunda vez en menos de dos meses, el 26 de octubre cientos de miles de venezolanos protestaron en las calles contra el gobierno, en lo que la oposición llamó “la toma de Venezuela”. La marcha fue una reacción a la anulación judicial el 20 de octubre de los esfuerzos de recolección de firmas para un referéndum revocatorio contra el presidente Nicolás Maduro. Esa misma noche, un tribunal prohibió la salida del país de varios líderes opositores, incluyendo al ex candidato presidencial y actual gobernador Henrique Capriles.

De hecho, la Justicia solo confirmó lo que muchos dentro y fuera de Venezuela venían denunciando desde hace tiempo: que Maduro no iba a respetar la constitución, e iba a usar su control sobre las instituciones del estado para bloquear el referéndum. En respuesta, la Mesa de Unidad Democrática (MUD), una alianza de más de 18 partidos opositores que controlan la Asamblea Nacional, denunció un golpe de estado por parte del gobierno y lanzó un juicio político contra Maduro, una medida simbólica dado que el poder judicial –controlado por el oficialismo—ha dejado a la Asamblea sin ningún poder.

La anulación del proceso del revocatorio y la masiva protesta opositora cristalizaron el bloqueo que sufre Venezuela desde hace meses. La rotunda victoria de la MUD en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 derrumbó la pretensión del gobernante Partido Socialista Unido (PSUV) de representar a la mayoría de los venezolanos. Hasta entonces, el chavismo había reconfirmado su dominio del ejecutivo y el parlamento mediante elecciones, desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1999. Ya no. Hoy, en medio de un colapso económico que muchos ya llaman crisis humanitaria, alrededor de 80% de los venezolanos exige la salida de Maduro del poder, según Datanálisis. Aún más, a pesar de la falta de cohesión ideológica y algunas divisiones internas, la MUD ha sido capaz de capitalizar este descontento creciente.

Sin embargo, el chavismo ha dejado en claro que no abandonará su control sobre Venezuela, con o sin respaldo mayoritario. El gobierno aún cuenta con una base leal y movilizada, controla todas las instituciones estatales fuera de la Asamblea –incluyendo al poderoso Tribunal Supremo—y, aún más importante, ha reforzado su alianza con las fuerzas armadas. Algunos analistas dudan de la lealtad del ejército, pero públicamente se ha mantenido firme junto al gobierno. De hecho, solo horas después de que el Consejo Nacional Electoral haya cancelado el proceso del referendo, los militares expresaron su apoyo a Maduro y denunciaron a la oposición. En otras palabras, puede que la oposición tenga la legitimidad democrática, pero el gobierno sigue teniendo el poder.

En otra señal de la gravedad de la crisis, esta movilización tuvo lugar solo días después de que el Vaticano anunciara su respaldo a un diálogo entre el gobierno y la MUD, como resultado de una sorpresiva reunión entre Maduro y el Papa Francisco esta semana. Los esfuerzos del Vaticano –un intento por revivir la mediación intentada por los ex presidentes José Luis Rodríguez Zapatero, Martín Torrijos y Lionel Fernández—están programados para iniciar el 30 de octubre en la Isla Margarita. El problema es, sin embargo, que puede que la oposición ni siquiera se siente en la mesa. Para muchos dirigentes de la MUD, el gobierno está usando la buena voluntad del Vaticano para ganar tiempo. Jesús Torrealba, el secretario ejecutivo de la coalición, fue criticado por aceptar el diálogo en Margarita. Incluso Capriles, hasta ahora considerado una voz moderada dentro de la oposición, se mostró escéptico, le advirtió a Francisco que la MUD “está lidiando contra el diablo”, y puso una serie de precondiciones para cualquier diálogo, incluyendo la liberación de los presos políticos y la reactivación del revocatorio.

De todas formas, el improvisado anuncio del Vaticano es una demostración de la habilidad política de Maduro, que muchos en la oposición y en la comunidad internacional tienden a subestimar. Para la MUD tendría costos rechazar la oferta papal: además de ofender al popular Francisco en la católica Venezuela, los líderes opositores corren el riesgo de perder legitimidad si se niegan a siquiera explorar la posibilidad de una salida negociada a la crisis. Pero si asisten pueden perder el entusiasmo y la chance de canalizar la frustración ciudadana por la obvia violación a la constitución por parte del gobierno. Además, el inesperado diálogo dejó en una posición incómoda al Secretario General de la OEA, Luis Almagro, y al presidente argentino Mauricio Macri, que solo horas antes habían repudiado el autoritarismo de Maduro y exigido una renovada presión regional contra su gobierno.  

En el pasado Francisco fue la única figura que tenía el apoyo de la oposición y del chavismo para actuar como mediador imparcial. Pero la fría respuesta de los líderes de la MUD a este nuevo diálogo indica que esto podría haber cambiado. El gobierno venezolano confirmó que la constitución y las elecciones democráticas no van a obstaculizar su permanencia en el poder, y la oposición no está dispuesta a un diálogo sin condiciones bajo estas circunstancias. Además, si el diálogo en Margarita se lleva a cabo pero termina sin avances –en temas centrales como los presos políticos, el bloqueo al referendo y el reconocimiento de los poderes de la Asamblea—una parte importante de la oposición (y de los venezolanos) podría renunciar a cualquier posibilidad de diálogo.

Desafortunadamente, este es el escenario más probable. Dado que el gobierno tiene el apoyo del liderazgo de las fuerzas de seguridad y cuenta con grupos armados informales, una confrontación podría ser catastrófica para la oposición y para los derechos humanos en el país. Por otra parte, como el analista venezolano Luis Vicente León suele remarcar, por primera vez desde que el chavismo llegó al poder la oposición tiene apoyo mayoritario y es capaz de movilizarlo. De hecho, lejos de retroceder, la MUD ha anunciado una nueva ronda de movilizaciones para los próximos días, incluyendo una huelga general y una marcha hacia el palacio presidencial de Miraflores.

Se ha vuelto un lugar común decir que Venezuela está al borde del abismo. Ahora, sin embargo, con un gobierno flagrantemente autoritario y una oposición movilizada pero con cada vez menos opciones, esto es más cierto que nunca.