Un irreversible acercamiento con EEUU

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Hace siete años, en su primera reunión con líderes del hemisferio en Trinidad y Tobago, Barack Obama demostró tener claro cómo iba a ser su política hacia América Latina. Respondiendo a una diatriba del Presidente nicaragüense Daniel Ortega contra el intervencionismo de EE.UU. en la región, incluyendo el intento por derrocar a Fidel Castro en 1961, Obama dijo: “Para seguir adelante no podemos permitirnos ser prisioneros del pasado. Le agradezco al presidente Ortega por no haberme culpado por cosas que sucedieron cuando tenía tres meses de edad. Muchas veces la oportunidad de renovar la cooperación en las Américas se ha visto afectada por debates estériles. Todos hemos escuchado estos argumentos en el pasado”.

El mejor ejemplo de cómo Obama convirtió estas palabras en acción fue sin dudas el anuncio de normalización de las relaciones diplomáticas entre EE.UU. y Cuba, realizado en conjunto con el presidente cubano Raúl Castro el 17 de diciembre de 2014. Tras casi seis décadas de enfrentamiento,  acordaron iniciar un nuevo capítulo de mayor compromiso y cooperación. La política fallida y contraproducente de castigo económico y aislamiento diplomático de Washington, orientada principalmente a generar un cambio de régimen en La Habana, había por fin terminado.

 

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