Los pasos de Colombia en la Haya

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Nada tiene tanto éxito en unir una nación — y en trascender las fuertes diferencias políticas — que las disputas por un territorio nacional. Las reacciones en Colombia y Nicaragua sobre la decisión de la Corte Internacional de Justicia, la semana pasada, eran predecibles. Los ciudadanos de ambos países se unieron. El orgullo nacional ganó. La ideología fue secundaria. En general, los colombianos se sintieron decepcionados y molestos por la medida. Por cierto, tenían más que perder. Aunque la Corte reafirmó la propiedad soberana de Colombia sobre siete islas del Caribe, también amplió considerablemente las aguas bajo el control de Nicaragua. Colombianos desesperados, los nicaragüenses celebran. Es tentador afirmar, como algunos lo han hecho, que Colombia debería haber retirado el caso de la Corte y no permitir que el proceso llegara a este punto. Pero ahora es demasiado tarde para eso, a pesar de que los argumentos y los debates seguramente aumentarán. Cualesquiera que sean los méritos de la decisión de la Corte -y el gobierno colombiano claramente no estaba de acuerdo- es también crítico acatarla y cumplirla, por lo que es afortunado y sabio que el gobierno de Santos ha indicado qué va a hacer. Las implicaciones de rechazar una determinación de la Corte Internacional serían graves. El acatar el fallo, no obstante, no impide un serio esfuerzo diplomático para proteger los derechos de los pescadores en aguas colombianas que fueron otorgadas a Managua. Cuestiones de seguridad también deben estar en la agenda bilateral para el diálogo y la discusión constructiva. Esto es precisamente lo que la canciller María Ángela Holguín se comprometió a perseguir. El aceptar el fallo tampoco quiere decir que el gobierno colombiano no debería reconsiderar su posición con respecto del Pacto de Bogotá, firmado en 1948 y ratificado después de 20 años, lo que reconoce la competencia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Si el gobierno colombiano decidiera retirarse de la Alianza, lo que no implicaría la anulación de la sentencia, tampoco significa una disminución en la política exterior colombiana. En efecto, el fallo de la Corte debe subrayar el papel crucial que juega la diplomacia eficaz en la promoción de los intereses nacionales fundamentales de Colombia. Las decisiones legales se pueden ir en cualquier dirección -esa es la naturaleza del sistema- pero bien desarrolladas las relaciones bilaterales y las estructuras multilaterales se puede asegurar que las consecuencias negativas de este tipo de decisiones se mantienen al mínimo. Las pasiones despertadas por esta decisión son comprensibles. Pero es importante en momentos como este respirar profundo y mantener las cosas en perspectiva. Este consejo también se aplica a decisiones pendientes en la Corte, respecto de otros países latinoamericanos como Perú y Chile, que también deben ser manejadas de la misma manera, con ecuanimidad.