La otra América Latina

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Hace 20 años hubiera sido difícil imaginar que todos los gobiernos latinoamericanos y caribeños crearan una organización que excluyera a Estados Unidos. Hubiera sido igual de inconcebible que el jefe del Fondo Monetario Internacional se fuera a la región para solicitar ayuda para una crisis económica europea. Sin embargo, el hecho de que ambos eventos se llevaran a cabo la semana pasada demuestra cuánto se ha cambiado en las últimas dos décadas. Gran parte de América Latina es cada vez más segura y firme en la escena mundial. La región es políticamente independiente de Estados Unidos. En la mayoría de los países, la gestión macroeconómica ha sido ejemplar y la disciplina fiscal ha sido la norma. El lanzamiento formal de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe), reveló la fuerza del regionalismo en América Latina. Fue simbólicamente importante y ha permitido a Hugo Chávez reclamar que su sueño bolivariano se ha realizado. Por cierto, hay muchas preguntas acerca de la Celac, incluyendo su propósito, estructura y financiación. Las declaraciones de unidad disfrazan las diferencias políticas entre sus 33 países miembros. Pero reflejan lo que Washington ya sabe: que su influencia en la región sigue disminuyendo. EE.UU. está distraído y haciendo frente a otras prioridades de política exterior y sus profundos problemas económicos y políticos. Sin embargo, la mayor parte de los gobiernos de la región son más pragmáticos que ideológicos, y la mayoría sigue buscando la cooperación con Estados Unidos en muchos temas. La región dio la bienvenida a la reciente aprobación por el Congreso de EE.UU. de los acuerdos de libre comercio con Colombia y Panamá. Los pocos presidentes que son más de confrontación hacia Estados Unidos siguen siendo una minoría. (Sin embargo, Estados Unidos, estuvo notablemente ausente de la reunión.) Al mismo tiempo, mientras la reunión de la Celac se llevaba a cabo en Caracas, Christine Lagarde, la nueva directora del FMI, visitó Perú, México y Brasil. No hace mucho tiempo, cuando un funcionario del FMI viajaba a la región, los ministros de Finanzas se preparaban para ser regañados por la mala gestión fiscal. Se les decía que eran los responsables de las crisis económicas. Pero los papeles se han invertido. Lagarde no ha venido a dar una conferencia a los latinoamericanos, sino a elogiarlos y reconocer su impresionante desempeño macroeconómico. Llegó también a pedir ayuda, si fuera necesario, para evitar que el escenario económico sea más catastrófico en una turbulenta Europa. Fue políticamente inteligente para Lagarde venir a América Latina con el mensaje: ella sabe que la región es cada vez más influyente y tiene una voz importante en los asuntos mundiales. Brasil y México, ambos miembros del G-20, se destacan. Sin duda, hay que tener cuidado de no exagerar sobre el declive de Estados Unidos y el ascenso de América Latina. El panorama global es a la vez fluido e incierto. Un cambio repentino en la situación económica de China -y la consiguiente caída en el precio de los productos básicos- podría rápidamente bajar las perspectivas en varios países de América del Sur. América Latina podría volver a necesitar del FMI, al igual que Europa lo hace en la actualidad. Pero vale la pena reflejar lo dramáticamente que el mundo se ha transformado. El lanzamiento la última semana de la Celac -sin EE.UU.- y la razón detrás de la visita de Lagarde a Suramérica, dejan pocas dudas de que la región no es lo que era hace poco tiempo.