América Latina debe actuar ante crisis venezolana

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Venezuelan flag María Alejandra Mora (SoyMAM)/CC BY-SA 3.0
Protestors in Maracaibo, Venezuela
¿Puede el gobierno liderado por Nicolás Maduro sobrevivir a la ola de protestas callejeras que se han extendido por toda Venezuela en las últimas dos semanas? ¿Va a hacer concesiones a los manifestantes? Las respuestas no son claras. Pero lo que está claro hasta ahora es que lo que suceda en Venezuela no será por la presión ejercida por sus vecinos. Los gobiernos de América Latina le han dado a Maduro virtualmente una mano libre mientras él lidia con la crisis más importante desde la muerte de Hugo Chávez hace un año. Eso es lamentable. Hay razones de sobra para que la región presione y condene: las tácticas de mano dura del gobierno contra los manifestantes estudiantiles y de la oposición, la violencia cometida por grupos armados apoyados por el gobierno conocidos como colectivos (van ocho muertos y decenas de heridos); severas restricciones a la libertad de expresión, y la persecución política de los líderes de la oposición, como Leopoldo López. Las respuestas han variado de un fuerte apoyo a Maduro - expresada por los otros gobiernos del ALBA y Argentina - a las llamadas a la calma y el diálogo con la oposición. La OEA no pudo llegar a un consenso. Las declaraciones de la CELAC, UNASUR y especialmente el MERCOSUR han sido débiles. El presidente de Chile, Sebastián Piñera, tal vez fue el que más fuerte habló, pero no bastó (y sólo le restan unas pocas semanas en el cargo). El Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, instó al gobierno de Maduro a reunirse con la oposición y "asegurar la estabilidad del país y el respeto a las instituciones y las libertades fundamentales". Incluso aquellas suaves sugerencias provocaron una airada respuesta de Maduro. La reacción regional es lamentable, pero no sorprende. En los últimos años ha habido aún menos voluntad para condenar violaciones de los principios democráticos y de derechos humanos. El paisaje político fragmentado de América Latina hace aún más difícil la acción colectiva en defensa de la democracia. Bajo el gobierno de Chávez, Venezuela, estrecho aliado de Cuba, generó simpatía entre los sectores de la izquierda latinoamericana. El factor ideológico -incluyendo la postura anti-EE. UU.- sigue siendo importante. Cada líder político hoy quiere evitar enfrentarse abiertamente a la izquierda. En algunos países una dura demostración anti-Maduro podría alimentar mayores manifestaciones en las calles de sus propios países. En otros tal postura podría tener costos económicos. Y los gobiernos prefieren no irritar a Maduro, quien es visto como impredecible. Algunos países tendrán que tomar la iniciativa, y Brasil -por todas las razones señaladas- no está dispuesto a hacerlo. México, que ahora está tratando de construir lazos más estrechos con América del Sur, tampoco está listo. Aunque el presidente Obama y el secretario de Estado Kerry han expresado públicamente su preocupación por la grave situación en Venezuela, el gobierno de EE.UU. se muestra reacio a adoptar una postura contundente por su cuenta. Washington tendría poca influencia y pocas opciones al actuar sin los vecinos de Venezuela. Dada la desafortunada historia de los Estados Unidos de las intervenciones en la región, toda acción unilateral sólo fortalecería a Maduro. Es una lástima que los gobiernos latinoamericanos no estén más involucrados en la fase inicial de esta crisis, cuando podría ser posible evitar un escenario más violento. Al contrario, están quedándose al margen, viendo cómo las cosas se deterioran.