Scowcroft y Colombia

˙ Voces

Este artículo también está disponible en: Inglés

En la efusión de cálidos y merecidos homenajes a Brent Scowcroft, quien murió la semana pasada a los 95 años, no se menciona a Colombia. Eso no es ninguna sorpresa.

En sus 40 años de carrera en el servicio público, incluidos períodos como asesor de seguridad nacional con los presidentes Gerald Ford y George H. Bush, el general Scowcroft acumuló una serie de logros formidables, incluida la excelente gestión del fin de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética.

Dentro y fuera del gobierno, Scowcroft centró la mayor parte de su atención en temas y países de mayor importancia estratégica para Estados Unidos, incluidos asuntos militares y, por supuesto, China, Rusia y Oriente Medio.

Pero hace 20 años, Scowcroft, entonces fuera del gobierno, también dirigió su atención a América del Sur. Junto con el senador demócrata Bob Graham, acordó copresidir un grupo de trabajo del Diálogo Interamericano y el Consejo de Relaciones Exteriores sobre Colombia. Tuve el privilegio de trabajar en estrecha colaboración con Scowcroft y Graham durante ocho meses.

En ese momento, Colombia estaba en jaque, sacudida por la anarquía, con un estado débil asediado por fuerzas violentas crecientes de izquierda y derecha. Los colombianos huían de su país en masa.

Con muchos en Washington alarmados por el deterioro de la situación, se diseñó un paquete de asistencia antidrogas y de seguridad de $1.3 mil millones, el Plan Colombia, para ayudar a evitar el desastre. Scowcroft acordó copresidir el grupo de trabajo porque pensaba que Colombia era estratégicamente importante para los Estados Unidos y creía que el Plan tenía posibilidades reales de éxito.

Pese a ello, tenía dudas. En repetidas ocasiones me preguntó si había algún precedente para un esfuerzo como el del Plan Colombia en cualquier otro lugar del mundo. Le confesé que no se me ocurrían ejemplos, pero le dije que pensaba que el Plan, por muy defectuoso que fuera, era probablemente el mejor enfoque disponible dadas las realidades políticas actuales.

La mayor preocupación de Scowcroft era que el Plan Colombia estaba excesivamente centrado en las drogas -como si rociar plantas de coca en el sur de Colombia tendría efecto alguno en mejorar la situación de seguridad cada vez peor del país-.

De hecho, dijo que eso era pensar las cosas en el orden equivocado. Pero sabía lo suficiente sobre la política estadounidense como para darse cuenta de que, sin el componente de drogas, todo el paquete habría tenido pocas posibilidades de obtener suficiente apoyo para la aprobación del Congreso.

El grupo de trabajo produjo dos informes. El primero fue un informe preliminar, previo a la votación del Senado de junio de 2000 que aprobó la financiación del Plan Colombia.

Su objetivo principal era ayudar a moldear las opiniones del Congreso y explicar por qué una Colombia estable era tan fundamental para los intereses de Estados Unidos. Scowcroft y Graham participaron en su lanzamiento y una amplia discusión en el capitolio.

El propósito del informe final, ‘Hacia una mayor paz y seguridad en Colombia‘, que se publicó en octubre de 2000, era ofrecer una justificación sólida para el Plan Colombia y generar apoyo público. Las críticas se centraron en cuestiones de derechos humanos y la convicción de que para ayudar a Colombia era mejor concentrar todos los esfuerzos en reducir la demanda de cocaína en Estados Unidos.

Trabajar con Scowcroft fue estimulante y una gran alegría. Fue modesto, sensato y brillante, y aprendió muy rápido sobre Colombia, con todas sus complejidades. Sus comentarios sobre mis diversos borradores fueron duros y precisos. Presionó para que el informe fuera más estratégico y conceptual.

En repetidas ocasiones regresó a lo que vio como el corazón del desafío de Colombia: ayudar al estado a afirmar su autoridad sobre el territorio nacional y fortalecer la capacidad de las fuerzas de seguridad para proteger a los colombianos.

Para él, ese era el tema fundamental. Todo lo demás, incluido el tema de las drogas, era secundario. Pero entendió perfectamente que un marco de legitimidad democrática y respeto por los derechos humanos debía acompañar al plan.

Mi sensación es que Scowcroft también se sintió atraído por el Plan Colombia por el apoyo bipartidista del que gozaba en el Congreso. Creía que el amplio acuerdo de republicanos y demócratas sobre una serie de cuestiones clave contribuía de manera decisiva a poner fin a la Guerra Fría.

Aunque trabajó para administraciones republicanas, durante la presidencia de Jimmy Carter sirvió en un comité especial sobre control de armas. Barack Obama admiraba mucho el enfoque cauteloso y testarudo de Scowcroft hacia la política exterior y, a menudo, se acercaba a él para pedirle consejo sobre cuestiones de seguridad nacional.

Scowcroft fue un realista consumado y reconoció los límites del poder militar estadounidense. Le preocupaba mucho que la extralimitación eventualmente dañara los intereses de Estados Unidos. En una columna de agosto de 2002 en The Wall Street Journal, Scowcroft criticó a la administración de George W. Bush por los riesgos de decidir derrocar a Saddam Hussein e invadir Irak en 2003. Temía que se produjera un desastre. Y tuvo razón sobre eso.

Robert Gates, uno de los pupilos más prominentes de Scowcroft que se desempeñó como secretario de defensa durante dos administraciones estadounidenses, acaba de publicar su libro: ‘Ejercicio del poder: fracasos estadounidenses, éxitos y un nuevo camino a seguir en el mundo posterior a la Guerra Fría‘.

Es particularmente mordaz con Irak y Afganistán. Pero, de manera notable, destaca a Colombia como una historia de éxito poco común (junto con la lucha contra el SIDA en África, bajo George W. Bush), con un capítulo titulado, ‘Colombia: El plan que funcionó (en gran parte)’.

Como señala Gates, y anticipó Scowcroft, el Plan Colombia no logró su objetivo más prioritario: hacer mella en el problema de las drogas no solo en Colombia sino en las calles de Estados Unidos.

Pero como argumenta Gates, y como creía Scowcroft, el Plan Colombia, a pesar de todas sus fallas en la concepción e implementación, contribuyó a reforzar la capacidad del gobierno para finalmente cambiar el rumbo en el debilitamiento de una insurgencia de 50 años y preparar el terreno para una eventual negociación de paz.

El general Scowcroft se convirtió en miembro del Diálogo cuando concluyó su servicio en el gobierno. Siempre nos hemos sentido orgullosos y honrados de que haya incluido a nuestra organización entre sus innumerables afiliaciones. Fue verdaderamente uno de los gigantes de la política exterior estadounidense.

Admiramos su sabiduría, destreza como estratega y humildad como persona. Como pocos, entendió la importancia de construir y mantener alianzas y relaciones respetuosas con Estados Unidos. En todo el mundo, y ciertamente en nuestro hemisferio, ese objetivo es hoy más urgente que nunca. En el Diálogo, nos inspira el rico legado de Scowcroft.

Este artículo fue traducido al español por El Tiempo