Kuczynski Debe Politizarse

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El mes pasado, el ex-ministro de finanzas, ex-primer ministro, y ex-funcionario del Banco Mundial Pedro Pablo Kuczynski (conocido a través del Perú como PPK) ganó la presidencia peruana por con una victoria muy ajustada sobre Keiko Fujimori, su opositora.

Hoy, el 28 de julio, PPK asume su cargo, y caminará sobre un camino estrecho y delicado desde su primer día. Debe gobernar bajo el mandato débil por haber sido un candidato de “última opción”. Debe negociar con una asamblea controlada por la oposición, ya que el partido de Fujimori posee 73 de los 130 escaños disponibles, e incluso está menos representado que el partido izquierdista Frente Amplio. Además, debe ejercer políticas que diversifiquen a la economía, den un balance entre preocupaciones económicas y sociales, luchen contra el crimen y la corrupción, y reformen las instituciones del estado, todo esto mientras busca mantener un nivel favorable de crecimiento económico.

Para muchos observadores, Kuczynski sobresale como un pragmatista, un tecnócrata, y un gerente hábil. Sin embargo, debe también demostrar ser un político eficaz y capaz de construir alianzas, comunicarse con los votantes, y movilizar apoyo a través del país para tener éxito como presidente. En tiempos recientes y de manera consistente, el Perú ha sido gobernado por presidentes cuyos registros económicos altamente superan a las expectativas que sus tazas de aprobación darían a sugerir. A pesar de todos los aumentos en el PIB del Perú, muchos votantes se sienten excluidos del incremento en la prosperidad del país — y también fuera de su proceso político.

El presidente accidental

El reto más grande para PPK es que le hace falta un mandato real. Ganó la presidencia en virtud de no ser la oposición. Keiko es la hija de una de las figuras más divisivas del Perú, el ex dictador Alberto Fujimori,  quien está cumpliendo su condena de 25 años de prisión por cargos de corrupción y abusos de derechos humanos. Para algunos peruanos, el fujimorismo significa liderazgo fuerte, crecimiento económico, y orden público. Pero muchos otros vieron a la candidatura de Keiko como una carátula amigable que cubría la misma máquina corrupta y autoritaria de su padre. Kuczynski fue electo solamente, y para sorpresa de muchos, porque resultó ser el último oponente en pie tras una campaña electoral caótica y llena de giros inesperados. 

Y mientras que Keiko perdió la presidencia, le fue mucho mejor a su partido (Fuerza Popular, FP) en las papeletas de votación. Los fujimoristas ganaron control sobre la asamblea nacional, obteniendo el 56% de los escaños – la primera vez desde que un partido controla la mayoría de la asamblea desde los tiempos del padre de Keiko, hace 21 años. Esto fue posible, en parte, gracias a las reglas electorales del Perú. El partido de Kuczynski, Peruanos por el Kambio (PPK), ganó 18 puestos en la asamblea, menos del 14%. Este desbalance es, sin duda, preocupante para Kuczynski. Si la asamblea decide bloquear su agenda, su gobierno tendrá pocas opciones como recurso. Algunos expertos anticipan que Kuczynski seguirá teniendo cierta ventaja, y que FP cooperará para no aparentar ser obstruccionista, pero aquello sería inusual para una mayoría legislativa en un gobierno dividido.

Aun así, la agenda de Kuczynski no se derrumbará necesariamente al comienzo de su término. Si es astuto y trabaja rápidamente para construir puentes y negociar una relación operativa con FP, la acrimonia política y personal se podrá superar, o por lo menos reducir. Además, el fujimorismo no es un monolito, y Kuczynsi podría intentar aventajarse de sus divisiones internas. No todos los asambleístas de FP son leales a Keiko, ya que su desviación notable de las líneas de partido junto a su pérdida en las elecciones molestó a algunos de sus partidarios. El partido está dividido entre sus simpatizantes y aquellos que prefieren a su hermano Kenji, quien es más de derecha agresiva y también un asambleísta, y ni siquiera votó por su hermana en las elecciones. 

Además, la izquierda en el Perú, que casi logra obtener un puesto en la segunda vuelta electoral, claramente espera concesiones de parte de Kuczynski, ya que muchos izquierdistas votaron a favor de él para negarle la presidencia a Fujimori. Si PPK no logra cumplir con sus expectativas, especialmente en temas del medio ambiente y de persecución de fujimoristas por cargos de corrupción, puede que se encuentre en medio de varias críticas provenientes de ambos lados.

Perú necesita, más allá que un tecnócrata, un líder político

Para ir por buen camino, Kuczynski debe construir alianzas políticas y girar su imagen de gerente racional y solucionador eficiente de conflictos hacia una visión más política. Como explica el politólogo peruano Alberto Vergara, “El Perú es bien manejado, mas no bien gobernado”, y la combinación paradójica de tener una economía bien manejada junto con disfunciones y descontentos políticos  se ha arraigado en la población. Kuczynski debe encontrar una manera de romper este patrón y de vender sus inclinaciones paradójicas bajo un tinte ideológico más amplio.

Muchas de sus políticas económicas son adecuadas, y el fuerte consenso a lo largo del país sobre los fundamentos económicos a seguir le otorga una plataforma sobre la cual puede lanzar su encanto. Sus propuestas para reducir la informalidad económica mediante incentivos de impuestos y para negocios privados, el incremento de protección laboral, y programas de entrenamiento para trabajadores deberían ser fáciles de vender, y su plan para reducir el impuesto de valor agregado (IVA) del 18 al 15 por ciento sería políticamente ideal, aunque puede que los fujimoristas lo rechacen. También busca reformar a la policía nacional, lo cual refleja las preocupaciones de los peruanos sobre el crimen y la seguridad. Estas propuestas reflejan buenas ideas, pero deben  convencer a la asamblea nacional y a los votantes en el país. Está por verse si Kuczynski tiene la perspicacia política y el estómago necesario para afrontar las duras negociaciones por venir.

La incertidumbre más grande y reveladora es como su administración manejará la corrupción. Desde que Alberto Fujimori fue derrocado del poder por malversación de fondos públicos y soborno, los peruanos han visto a sus líderes como corruptos. Todos los últimos tres presidentes, Alberto Alejandro Toledo, Alan García, y Ollanta Humala, han sido avergonzados y desacreditados por escándalos de corrupción, aunque generalmente y hasta la fecha sin ser condenados. Las encuestas demuestran que el nivel de confianza en las instituciones peruanas es de los más bajos dentro del hemisferio.

Por un lado, Kuczynski y su partido entran al poder con mucho que ganar si se dedican a combatir la corrupción. Si sus nuevos ministros de justicia y del interior, Marisol Pérez Tello y Carlos Basombrio respectivamente, son capaces de fortalecer las instituciones del país, el gobierno de Kuczynski podría obtener la lealtad de los peruanos que siguen frustrados con su sensación de que otros gozan de impunidad. Por el otro lado, una lucha contra la corrupción normalmente implica la persecución y el encarcelamiento de figuras de alto perfil, y enfrentarse contra intereses políticos poderosos que pelearán de vuelta. Aquella lucha sería una batalla cuesta arriba, y activaría una serie política de reacciones en cadena, muchas de las cuales puede que estén fuera del control de Kuczynski.

A través de todos estos desafíos, incluso algunos traspiés estratégicos, desaciertos políticos, o decisiones desinformadas podrían perjudicar el gobierno. Ser a la vez un buen gerente y un buen político podría ser demasiado pedir, y Perú podría enfrentar otros cinco años de prosperidad económica junto con malestar político. Sin embargo, vale la pena repetir que Kuczynski – quien ha desempeñado diversas funciones en el gobierno peruano desde la década de 1960, llegó a la Presidencia a través de la perseverancia y una extraordinaria combinación de puntualidad y suerte. Su racha puede no haber terminado.