La nueva jurisdicción de paz en Colombia

˙ Voces

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Una Obra de Arte, así califico el ex-Fiscal de la Corte Penal Internacional, el Acuerdo que una Comisión de Juristas,  integrada por tres personalidades escogidas por el Gobierno y otras tres por las FARC ,lograron en cincuenta horas, según Álvaro Leyva, uno de los juristas designados por las FARC, exministro conservador.

Se trataba de romper un nudo gordiano que había congelado las conversaciones de La Habana. El tema más difícil, según las más altas autoridades. La idea de crear una Comisión que clarificara el tema e hiciera propuestas viables surgió de una conversación entre el comandante de las FARC y el hermano del Presidente Santos, el periodista Enrique Santos Calderón. La iniciativa de Enrique Santos fue pronto aceptada por Timochenko y en una hora Enrique Santos trajo la respuesta presidencial afirmativa. Los seis Comisionados fueron designados  y, en reuniones realizadas principalmente en Bogotá, destrabaron la negociación.

Sorpresivo y sorprendente. Dos factores que igual contribuyeron a generar admiración  y simultaneamente, perplejidad y suspicacias. La revista Semana, correspondiente al 4 de Octubre, resume bien la situación: «¡Que Confusión! Un maremágnum de interpretaciones contradictorias sobre el Acuerdo de Justicia Transicional aguo la fiesta que su anuncio pudo haber creado.» Y el texto del artículo concluye así: «…en Colombia casi la mitad de la opinión publica sigue sin estar convencida.»

No había mucho de donde aprender. Era necesario usar la creatividad jurídica y hacer buen uso del margen de maniobra que le corresponde, por buenas razones, a un Estado que tiene que afrontar esta situación. Es el predicamento entre la paz y la Justicia.

Es un caso emblemático para un curso de estrategia de comunicaciones o de como anunciar e implementar una política pública. No se niega. Se trataba de un tema de alta complejidad en el cual estaba involucrado el derecho interno, nuevas normas de derecho internacional referidas a la manera de hacer justicia en momentos de transición, de una dictadura a una democracia o de una situación de conflicto armando a una de terminación del mismo. O de una guerra a la paz.

No había mucho de donde aprender. Era necesario usar la creatividad jurídica y hacer buen uso del margen de maniobra que le corresponde, por buenas razones, a un Estado que tiene que afrontar esta situación. Es el predicamento entre la paz y la Justicia. El distinguido profesor Huntington lo planteo en términos que pueden parecer laberinticos pero que son muy dicientes. Su planteamiento dice así: “hay que notar que en el tema de enjuiciar y castigar versus perdonar y olvidar, que cada alternativa presenta desafíos graves, y que la vía menos inaceptable puede ser: no se enjuicia, no se castiga, no se perdone, y más que nada, no se olvida.” Era una de sus guías para los que estaban ayudando a realizar procesos de democratización, antes de que existieran el Estatuto de Roma y la Corte Penal Internacional.

El Gobierno y las FARC hicieron público el Comunicado 60 que contiene diez puntos que divulgan la esencia de un acuerdo que está contenido en 75 puntos y, se dice, 19 páginas. No quiero mencionar todas las sutilezas y complejidades que encierra la creación de una nueva jurisdicción, máxime si se trata del tema de cómo lidiar con el tema penal al final de un conflicto armado de larga duración. Si se tratara de una jurisdicción laboral, o comercial ya sería bien enredado clarificar el tema en diez puntos.

Sobra decir que más pronto que tarde surgieron muchas perplejidades e interrogantes, dudas y suspicacias. A medida que se multiplicaban las entrevistas a diferentes protagonistas aparecían imprecisiones, contradicciones, silencios que empeoraban el clima de desconfianza frente a un tema tan crucial y frente al cual las encuestas, durante varios años, revelaban posiciones muy duras de la opinión pública, en contraste con la posición de una organización armada ilegal que reiteraba que no aceptaría un solo día de cárcel. Este es el telón de fondo.

El gran mérito del acuerdo es que somete a las FARC y a todos los que pudieron estar involucrados en el conflicto armado a una jurisdicción especial, no de carácter extra judicial sino judicial. Ahí estaba el gran salto, la gran innovación, lo cual, así se dijo, serviría de punto de referencia para otros casos. Habría prisión en algunos casos, y restricciones efectivas de la libertad en otros.

Pero el mundo de la interpretación en el derecho no tiene límites. Los diez puntos se sometieron a un duro escrutinio, y el clamor era que se publiquen los 75 puntos, el documento completo. Esa demanda estimulaba la suspicacia: ¿por qué no se publicó completo? ¿Qué se esconde? ¿Por qué no cuentan todo? Hubo un debate de algo más de ocho horas en el Senado que contó con la asistencia y las respuestas de los negociadores en la Mesa de La Habana, pero no de los reales negociadores del documento que se explicaba y controvertía. Al final de la semana, el resultado, según diversos columnistas, era un galimatías, una torre de Babel o una cacofonía. Ya es general la demanda que pide que se publique el texto completo.

Si el Acuerdo cuenta con buen viento y buena mar, el proceso de paz habrá superado un obstáculo muy difícil y el camino se allana para empujar otros temas.

A su turno las FARC alimentaban sus propias suspicacias y proclamaban que el documento era definitivo y que no había lugar a ajustes o mayores precisiones. Del lado del gobierno se hablaba de un documento «en desarrollo». Relatar los detalles de esta controversia seria prolijo y hasta inútil. Por fortuna, el lunes 5 de Octubre, las FARC expidieron un comunicado que reconoce que hay algunos temas que deben desarrollarse, como el de la manera de escoger las Magistrados del Tribunal de Paz. Ojala la controversia vuelva al nivel que le corresponde legítimamente y que el Acuerdo sea examinado sobre sus reales méritos y con base en la integralidad del texto.

Existe la crítica de Jose Manuel Vivanco, autoridad reconocida. La del Centro Democrático, dirigido por el expresidente Álvaro Uribe. Está bien, muy bien, que el asunto se discuta a fondo y ojala deje tranquilos a sus opositores. Si el Acuerdo cuenta con buen viento y buena mar, el proceso de paz habrá superado un obstáculo muy difícil y el camino se allana para empujar otros temas, difíciles, pero que con la esperanza generada, ojala tan solo perturbada temporalmente, adquieran la dinámica que permita decir que  la finalización del conflicto armado está, realmente, al alcance de la mano.