La caída de Brasil: ¿Qué será lo siguiente?

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Brasil nunca ha sido un interés prioritario en la política exterior de Estados Unidos. Aún así, los debilitantes problemas del país – una combinación de reveses económicos, extendidos escándalos de corrupción y un gobierno débil e impopular – han despertado una considerable atención en Washington y en los medios de comunicación de Estados Unidos. De hecho, parece ser de mucho mayor interés que el espectacular ascenso de Brasil hace apenas unos años. Puede ser que, en la capital estadounidense, las crisis sean mucho más atractivas que los triunfos. Pero, sea cual sea el motivo, las fallas de Brasil han generado más preguntas y comentarios que sus éxitos económicos y diplomáticos. Lo que sigue son algunas de las preguntas que escucho con más frecuencia, junto con mis respuestas.

¿Sobrevivirá la presidente Rousseff en el cargo? ¿Por qué es tan rechazada?

Nadie puede estar seguro de lo que va a pasar. Brasil se encuentra en un territorio desconocido. Pero ahora, parece probable que Rousseff, la primera mujer líder de Brasil, logrará terminar su mandato de cuatro años. Algunos pocos brasileños esperan que renuncie. Un impeachment, que requiere una mayoría de dos tercios en ambas cámaras del Congreso, parece el único camino para apartarla de su de su cargo. Y ése es un listón muy alto, probable de alcanzar sólo si ella estuviese vinculada a un delito penal grave, y de esto todavía no ha surgido ninguna evidencia creíble. También podría ser acusada de abuso de autoridad o de malversación, pero esto convertiría el proceso de impeachment en una batalla política partidista, que probablemente ganaría. A pesar de que sus números en las encuestas se mantienen por los suelos, la presidente ha recuperado algo de su equilibrio político en las últimas semanas.

Posse_Dilma_2010_8En primer lugar, su principal adversario en el Congreso, Eduardo Cunha, el líder de la cámara baja, que tiene el detonante de los procedimientos de impeachment, ha sido formalmente acusado (él mismo) en el mayor escándalo de corrupción del país. A pesar de que conserva su puesto de liderazgo, su influencia ha disminuido. Y a pesar de la defección de Cunha, su partido, el PMDB, el más grande en el Congreso, sigue siendo parte de la coalición gobernante de la presidente. Hay rumores persistentes de que el PMDB podrá retirar su apoyo en los próximos meses, pero dos importantes líderes del partido están hoy alineados con la presidente y se oponen a su remoción. Uno de ellos es el jefe del Senado, Renan Calheiros, también bajo investigación, pero aún no formalizado, y el otro es el vicepresidente de Brasil, Michel Temer, que ha estado sirviendo como enlace de la presidente con el Congreso (aunque pronto podrá retirarse de esta tarea aparentemente dolorosa e ingrata). La situación en el Congreso es fluida e incierta, con seguridad, pero las perspectivas de un impeachment ahora parecen estar desvaneciéndose.

Además, el partido más importante de la oposición, el PSDB, cuyo candidato, Aecio Neves, perdió por estrecho margen las elecciones presidenciales del pasado mes de octubre, está dividido en el tema del impeachment, lo que refleja, en gran medida, los diferentes puntos de vista de Neves y otros dos líderes principales que disputan la nominación presidencial del partido en 2018. La voz más fuerte del PSDB, sin embargo, es la de su líder emblemático y único candidato con éxito a la presidencia, Fernando Henrique Cardoso. Firme opositor a la remoción de Rousseff de su cargo, preocupado por que esto podría desacreditar a las instituciones democráticas de Brasil y establecer un precedente no deseado para los gobiernos futuros, en sus últimas declaraciones públicas Cardoso se ha vuelto más ambiguo. Incluso ha puesto en duda la legitimidad de Rousseff para permanecer en el cargo.

El impeachment puede ser poco probable, pero la presidente no está segura en su puesto. Los costos políticos del estancamiento económico y la inflación seguramente aumentarán en los próximos meses a medida que más y más puestos de trabajo se pierdan y los ingresos familiares bajen. El asunto Petrobras todavía vigente, también mantendrá sus niveles de aprobación bajos. Las manifestaciones callejeras anti-Rousseff probablemente continuarán y podrían ser más virulentas.

Y hay otros signos de que su posición política, aunque hoy es más fuerte, sigue siendo precaria. El apoyo a la presidente dentro de su propio Partido de los Trabajadores (PT) ha disminuido, con una gran mayoría de los miembros en oposición a sus políticas de austeridad. El partido en sí ha sido gravemente sacudido y desinflado por las revelaciones de su papel central en los escándalos de corrupción, las detenciones y encarcelamientos de líderes clave y por la profundamente empañada reputación de su fundador y líder más popular de la historia, el ex presidente Lula da Silva, que ahora está bajo investigación federal por tráfico de influencias. Lula ha sido durante mucho tiempo el mentor de Rousseff, la eligió para sucederse a sí mismo, y desempeñó un papel fundamental en su reciente reelección.

Todos estos problemas se ven agravados por limitadas habilidades políticas y de comunicación de Rousseff. Aunque ha sido elegida dos veces, la presidente no tiene una personalidad o estilo atractivo. Ella no ha sido eficaz al llevar su caso ante el Congreso y menos éxito ha tenido aún en la movilización del apoyo popular, incluso entre sus propios miembros del partido y otros simpatizantes. Los tiempos difíciles pueden poner duramente a prueba la capacidad de los líderes nacionales para explicar los problemas de su país a los ciudadanos comunes, tranquilizar e inspirar a su gente, y apuntar con confianza hacia las soluciones.

¿Estaría Brasil mejor si la presidenta Rousseff tuviera que dimitir o ser sometido a un impeachment?

Si surgieran pruebas suficientes de que ella estuviese involucrada penalmente en uno u otro esquema de corrupción, o que ella hubiese cometido prevaricación en su cargo, sería prácticamente imposible que Dilma siguiese gobernando. Perdería la autoridad y la credibilidad necesarias para dirigir. Bajo estas circunstancias, el sistema judicial y el Congreso sin duda deberían tratar de sacarla. La falta de actuación arrojaría en cambio una sombra sobre todas las instituciones brasileñas de gobierno, y probablemente empeoraría la crisis de gobernabilidad de la nación.

Pero sin una clara evidencia de la culpabilidad, la destitución de la presidente, incluso si se lleva a cabo con intenciones honorables y de acuerdo con una mayoría considerable de la población, sería vista por muchos como políticamente partidista y quizás ilegítima. Los políticos y los partidos podrían ser vistos como saltándose las reglas y haciendo caso omiso de las instituciones y las leyes para servir a sus propias ambiciones. Y es poco probable que mucho se gane.

Un cambio en el liderazgo no pondría fin a los problemas financieros y económicos de Brasil. Un nuevo presidente podría producir un repunte en la confianza de consumidores y empresas, pero bien podría también generar nueva incertidumbre y crear el riesgo de trastornos graves, difíciles de predecir, en el gobierno y los mercados.

Un cambio en el liderazgo no pondría fin a los problemas financieros y económicos de Brasil. Un nuevo presidente podría producir un repunte en la confianza de consumidores y empresas, pero bien podría también generar nueva incertidumbre y crear el riesgo de trastornos graves, difíciles de predecir, en el gobierno y los mercados. Hasta ahora, al menos, nadie ha ofrecido una alternativa seria al enfoque del gobierno de Rousseff a los retos económicos de Brasil. De hecho, aparte de las críticas insistentes de los grupos que tratan de proteger sus intereses particulares, no hay de hecho mucho debate acerca de la fórmula para la recuperación. Y, por supuesto, el futuro económico del país depende de más cosas que de las opciones de política interna del gobierno. La caída de la demanda de exportaciones de materias primas de Brasil, una economía global débil y volátil, y la disminución de los flujos de inversión hacia economías de mercado emergentes están en conjunto formando un enorme daño en Brasil.

Tampoco hay razón para creer que un nuevo gobierno gestionaría las investigaciones de corrupción y los juicios de manera más eficaz, o que iba a hacer un mejor trabajo de limpieza de las prácticas corruptas. La presidente Rousseff ha apoyado la investigación completa y el enjuiciamiento de las acusaciones de corrupción. Ella ha adoptado básicamente un enfoque de mantener apartada a la rama ejecutiva, dando a los fiscales y los jueces la plena independencia requerida por su área y por la Constitución del país. Tan sólo en el mes pasado, Rousseff reconfirmó en sus puestos al juez y al fiscal principal en el asunto de Petrobras, quienes son ampliamente admirados en Brasil por su competencia y su dura determinación para identificar y sancionar a los responsables.

¿Qué tan grave es la actual crisis económica de Brasil? ¿Qué tanto van a retroceder las aspiraciones de Brasil por el liderazgo regional y mundial?

La economía brasileña se ha visto seriamente dañada, peor de lo que se pensaba, y está respondiendo mucho más lentamente de lo esperado a los esfuerzos correctivos del gobierno. Durante casi ocho años (2004-2011), Brasil se había enorgullecido de su constante y sólido crecimiento, baja inflación, alto nivel de empleo, una clase media en expansión, la disminución de la pobreza, y una tendencia hacia una mayor igualdad. Estas ganancias están ahora en riesgo ya que tanto el gobierno como los analistas privados prevén que tomará uno o dos años antes de que la economía comience a crecer de nuevo.

También es cierto, sin embargo, que la mayoría de las economías de los otros países de América Latina y prácticamente de todos los mercados emergentes se desploman. Por otra parte, la economía brasileña, que se ha recuperado con éxito de otras recesiones más graves en el pasado reciente, está mucho más saludable en su núcleo que en otros períodos de crisis económica. Lo más importante es que hay un mayor consenso hoy en lo que está mal con la economía y lo que se tiene que hacer para recargar y mantener una trayectoria de crecimiento sostenido. Aún así, una presidente debilitada e impopular y una legislatura errática y fragmentada están haciendo más difícil de producir el ajuste fiscal y otras reformas necesarias para la recuperación. Hace sólo unos meses se esperaba un superávit fiscal para el 2016, pero el presupuesto del próximo año proyecta un déficit, que amenaza la calificación crediticia de grado de inversión del país.

Puede tomar un par de años o más, pero Brasil debe ser capaz de recuperar su posición de liderazgo internacional. A pesar de su actual combinación de problemas sociales, económicos y de gobernanza, Brasil sigue teniendo algún peso sustancial en los asuntos regionales y en muchos asuntos multilaterales.

Las aspiraciones de política exterior tendrán que posponerse, pero no abandonarse ni modificarse gravemente. Puede tomar un par de años o más, pero Brasil debe ser capaz de recuperar su posición de liderazgo internacional. A pesar de su actual combinación de problemas sociales, económicos y de gobernanza, Brasil sigue teniendo algún peso sustancial en los asuntos regionales y en muchos asuntos multilaterales.

¿Qué tan corrupto es Brasil?

La corrupción ha sido sistemática y generalizada en Brasil. En 1992, Fernando Collor, el primer presidente electo de Brasil desde que el gobierno militar comenzó en 1964, fue impugnado por cargos de corrupción. En los últimos diez años, dos escándalos de corrupción masiva han encendido tormentas políticas. Miles de millones de dólares en fondos públicos fueron robados para sobornar a los políticos, financiar las campañas electorales, y generar sobornos para poderosas empresas privadas. Ambos escándalos fueron puestos en marcha por altos funcionarios del gobierno y altos dirigentes de los partidos políticos, en su mayoría del Partido de los Trabajadores de la presidenta Rousseff . La corrupción ha involucrado a la empresa brasileña más rica, la estatal petrolera Petrobras, a otras corporaciones públicas y agencias gubernamentales, y a casi una docena de sus más grandes empresas constructoras privadas. La reciente exposición de la operación global absolutamente corrupta de la FIFA también puso de relieve la corrupción de la federación nacional de fútbol de Brasil y de la mayor parte de los clubes “Fútbol”, que comandan la lealtad y la pasión de tantos brasileños.

Protestos_de_15_de_março_de_2015_em_São_Paulo-3Es, sin embargo, alentador ver la agresiva respuesta de la prensa y los organismos judiciales y policiales del país a los escándalos recientes. Altos funcionarios del gobierno, líderes de los partidos y del Congreso, directores ejecutivos corporativos y otros altos ejecutivos están siendo investigados, acusados, detenidos, condenados y encarcelados, sin interferencias políticas o favoritismo. Algunos en Brasil sostienen que los escándalos actuales pueden ser catárticos para el país, que pueden estar apuntando el camino a una política más transparente, un gobierno menos corrupto y más rendición de cuentas en todas las instituciones. Un juicio concluyente tendrá que esperar, por supuesto. Lo qué está pasando en Brasil puede ser el trabajo transitorio de unos pocos jueces y fiscales-heroicos y refleja las debilidades de los demás poderes del Estado. Pero igual de bien, podría ser que las instituciones judiciales del país son más fuertes, más competentemente dirigidas y atendidas, y capaces de operar de manera más autónoma que nunca y están en condiciones de ayudar a establecer una nueva dirección para el resto del gobierno brasileño .

¿Deberíamos ser optimistas o pesimistas sobre Brasil?

Brasil está pasando por un período infernal, quizás el peor desde que la democracia fue restaurada en 1985. Se enfrenta a una crisis de tres frentes: una economía en contracción y la perspectiva de una recesión prolongada; extendidos escándalos de corrupción que involucran a las instituciones más importantes del país, públicas y privadas, y a muchos de sus líderes políticos y empresariales; y un gobierno desacreditado e impopular. Cada aspecto de la crisis agrava los demás y los hace más difíciles de resolver. Sin embargo, se pueden ver algunos indicios positivos. La presidente y sus asesores parecen entender claramente las dimensiones y la sustancia de los desafíos, y están trabajando de manera pragmática para hacerles frente. Brasil, sin duda se ha enfrentado y se ha recuperado de nefastas circunstancias económicas, como un largo período de hiperinflación hace dos décadas, cuando el país era mucho más pobre y sus instituciones más débiles. Y la corrupción no es un recién llegado en Brasil.

El desafío central de Brasil es una crisis de gobernabilidad y liderazgo. Rousseff carece personalmente de muchas de las habilidades políticas y diplomáticas necesarias para navegar en el ambiente cargado de Brasil.

El desafío central de Brasil es una crisis de gobernabilidad y liderazgo. Rousseff carece personalmente de muchas de las habilidades políticas y diplomáticas necesarias para navegar en el ambiente cargado de Brasil. Tanto el poder legislativo como el sistema de partidos están fragmentados y amargas rivalidades dentro y entre los partidos dominan la agenda del día a día. La pregunta es si los líderes y facciones rivales de Brasil terminarán moderando sus diferencias y empezarán a converger en soluciones prácticas para la economía y sociedad de su nación, ambas en problemas. Los numerosos precedentes históricos de tal compromiso y convergencia son hoy los principales motivos para el optimismo. La discordia profunda se ha superado en muchos momentos difíciles en el pasado, incluyendo la transición a un gobierno civil en 1985, el impeachment del presidente Collor en 1992 y 1993, el desastre de la hiperinflación en 1994 y 1995, y la transición presidencial de Cardoso a Lula en 2002 y 2003. No es poco razonable creer que esto es lo que va a suceder de nuevo.

Traducido por Infolatam