Las repercusiones del terremoto sobre las remesas

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El impacto del terremoto en Haití ha repercutido dramáticamente sobre los inmigrantes haitianos.  Ha exacerbado una angustia ya existente durante la recesión internacional y ha aumentado la incertidumbre de qué hacer y cómo ayudar. En 2008, cerca de un millón de haitianos en el mundo enviaron dinero a su país por un valor total de US$1.2 mil millones. La mayoría de estas transacciones procedían de Estados Unidos, seguido de República Dominicana. Con la recesión, estos inmigrantes fueron igualmente afectados como otras nacionalidades, en particular los que viven en Estados Unidos, reduciendo el volumen 12% para 2009. Además de estas transferencias familiares, la comunidad haitiana, en especial la residente en Estados Unidos y Canadá, se encuentra organizada en diferentes grupos de asociaciones de pueblos de origen que contribuyen en pequeños proyectos con su comunidad. Hay al menos 300 organizaciones de este tipo en Estados Unidos, las que donan US$10.000 a sus comunidades en proyectos sociales de filantropía.  Éstas tratan de apoyar a su país ante el desastre, por lo que garantizar que su dinero llegue pronto es esencial. El impacto del terremoto ha sido devastador y ha afectado a la infraestructura del país, incluyendo la financiera, de transacciones de pagos. Aunque la infraestructura de pagos fue destruida parcialmente, y se paralizó por al menos dos días, los bancos han tratado de restaurar sus operaciones, ya que representan 40% de los puntos de pago. Sin embargo, la tarea no es sencilla. Empleados de las instituciones de pago murieron o fueron heridos durante el terremoto, reduciendo la capacidad de recursos humanos y las prioridades de sus actividades. Además, la infraestructura electrónica y física para efectuar remesas también fue destruida en muchas localidades de la capital. Hay un volumen muy fuerte de transacciones que pasa por Puerto Príncipe y se queda ahí, y el resto que va a otras ciudades dependiendo del manejo transaccional de las instituciones en la capital. Como resultado, hay un retraso y acumulación de pagos que afecta al receptor en momentos que necesita efectivo para adquirir sus necesidades básicas de urgencia. Esta demora no solo se vincula con la débil red afectada por el terremoto, sino también con la falta de efectivo para hacer el pago mismo. La realidad es que aunque después de un desastre la entrega de ayuda para aliviar a una población es esencial, ésta no satisface todas las necesidades, y el mercado de ventas de bienes alimentarios y de consumo diario aumentan en demanda, causando especulación de precios, agiotismo y un mercado negro. Si se reduce el dinero para adquirir estos bienes, la especulación y los precios aumentan. Estos son los efectos inmediatos. Una situación que se complica ante la inseguridad que resulta típicamente después de todo desastre natural y de gran envergadura, y que expone a muchos a ser víctimas de robo cuando tratan de recoger su dinero del exterior. A esto hay que tener presente que el impacto de la caída de las remesas ya había afectado a más de 80.000 hogares que dejaron de recibir dinero, más 40% de ellos que dejó de recibir 10% menos. Éstos son receptores estimados de al menos 25% de los hogares del país, y tienen un ingreso del cual la remesa es 65% del total. La dimensión del drama es conocida y difícil de entender cuando la destrucción es fuerte. Sin embargo, hay una realidad importante que se observa en la comunidad haitiana, y se refleja en su solidaridad. Si bien sus familiares van a enfrentar serias dificultades las primeras semanas, los inmigrantes lograrán ver cómo resolver la entrega de su dinero, sea formal o informalmente, y tratarán de enviar más de lo que pudieron hacer antes. Esto podrá resolver las limitaciones acarreadas temporalmente por el terremoto. Pero más importante: contribuirá a mitigar los problemas de escases de dinero durante un período de asistencia y recuperación. El reto está en conocer de qué manera los hogares contribuirán o lograrán apoyar a sus familiares en la reconstrucción en el largo plazo.  Este será un proceso lento con las dificultades típicas de desastres naturales. Como comunidad organizada, los haitianos no son personas que se quedan con los brazos cruzados esperando que las cosas mejoren solas, más bien, actúan inmediatamente. Son una comunidad que proviene de un país que históricamente sufre al menos tres desastres naturales al año, y tratan de apoyar sus comunidades en la medida de la emergencia y sus posibilidades. Dada la importancia de mantener el envío de dinero de manera estable, es importante priorizar que las redes de pago sean restauradas lo antes posible. Esto es de singular importancia, porque Haití solo recientemente entró a modernizar sus redes de pago, y su destrucción afectaría a los inmigrantes y sus familias, y otros sectores comerciales. Antes del terremoto, Haití contaba con 411 puntos de pago, una cantidad relativamente pequeña, insuficiente y aún ineficiente, dado el volumen de transferencias y el tamaño de la población y el nivel de informalidad (cerca del 40%). Ahora con una destrucción mínima de la red de 20%, no sólo se atrasará el servicio a los hogares, sino que también afectará el costo del envío, que es uno de los más caros en las Américas. Uno de los retos que existe en Haití ante su recuperación está en prevenir o minimizar los efectos que dejan estos desastres a pesar de la cooperación. Tres tendencias que se presentan después de cada  desastre incluyen primero, una fuerte atención en ese país que no dura más de un mes, y que puede fortalecer el apoyo en el largo plazo, pero en general no lo logra. Segundo, una combinación de asistencia en alivio y reconstrucción, que a pesar de ser importante, no resuelve los problemas que en parte dieron lugar a la magnitud del desastre, como lo son la mala construcción de casas, materiales de construcción sin inspección, estructuras inestables, etc. Tercero, a pesar de los esfuerzos de solidaridad nacional e internacional, en ningún país existe unidad nacional o la estabilidad política después de un desastre. Emerge después de éste. Reconstruir y expandir las redes de pago con urgencia y modernizamiento, podrá contribuir a prevenir estas realidades post-desastre. De la misma manera que las rutas de comunicación para la entrega de víveres son esenciales, las rutas de pago garantizarán el equilibrio financiero y económico del país durante su recuperación.

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