La valoración de los servicios ecosistémicos: una herramienta para el desarrollo resiliente

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Foto de Panelistas Universidad Central del Este

Los ecosistemas sanos son esenciales para la salud y la prosperidad humanas. Sin embargo, se encuentran sometidos a la presión del desarrollo insostenible. Tal es el caso de la República Dominicana, donde los ecosistemas costeros, por ejemplo, se encuentran amenazados por la actividad humana a pesar de ser particularmente importantes para mitigar los impactos del cambio climático (como una mayor intensidad de los huracanes). Es así como la valoración económica de los servicios ecosistémicos constituye una herramienta poderosa para mejorar el uso de los recursos naturales, fortalecer la conservación ambiental e incentivar la adopción de políticas públicas más robustas y eficientes. Éste fue el tema principal de la Sexta Edición de la Cátedra Magistral Ambiental, organizada el 2 de junio por la Universidad Central del Este, la Fundación Propagas, y el Diálogo Interamericano y dedicada a la señora Rosa Margarita Bonetti de Santana, destacada ambientalista de la República Dominicana. 

El ponente principal fue Víctor Gómez-Valenzuela, profesor del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). En primera instancia, hizo un recuento de los conceptos centrales de la economía ambiental. Para tal fin, se refirió a las funciones económicas del medioambiente, las cuales pueden analizarse a través del concepto de servicios ecosistémicos (es decir, de los aspectos de los ecosistemas que son usados activa o pasivamente para satisfacer necesidades o producir bienestar). Éstos, a su vez, se clasifican en cuatro tipos: servicios de provisión, como el suministro de agua, alimento o recursos energéticos; de regulación, que pueden ir desde la regulación del clima hasta la mejora en la calidad del aire o el control de enfermedades; de soporte, como la fotosíntesis o el ciclo del agua, que son la base de otros servicios; y culturales, tales como el valor estético del paisaje, la diversidad cultural o la inspiración de valores religiosos. 

Posteriormente, describió algunas fallas de mercado que conllevan tanto una asignación deficiente de los recursos como un uso insostenible de los servicios provistos por los ecosistemas. Una de éstas es la denominada tragedia de los comunes, la cual hace alusión a la existencia de un problema de regulación de los recursos comunes. Estos últimos son bienes de libre acceso sobre los cuales existe rivalidad en el consumo, lo cual genera incentivos para su sobreexplotación (como ocurre con las reservas pesqueras). También explicó las llamadas externalidades, que son aquellos efectos no-compensados de la actividad económica de unos sobre el bienestar o la función de producción de otros (por ejemplo, la contaminación del aire, que es una externalidad negativa, es decir, dañina para la sociedad y/o la naturaleza).   

La conferencia magistral cerró con la presentación de un estudio de valoración económica del capital natural del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP) que abarca el 25 por ciento de la superficie de la República Dominicana. El objetivo era ilustrar a los hacedores de política acerca de la utilidad práctica de estas herramientas para tomar decisiones basadas en datos que, de suyo, provean evidencia acerca de las áreas de mejoramiento de sectores económicos críticos (como el turismo, responsable del 15 por ciento del PIB del país). En ese sentido, se resaltó que, de los 5.2 millones de turistas que anualmente viajan a la República Dominicana, alrededor del 20 por ciento visita alguna de las áreas protegidas. Esta interacción del capital natural con el turismo, primordialmente, posibilita que los servicios provistos por el SINAP se valoren en aproximadamente US $3 mil millones anuales. Si bien se trata de una cifra importante (cercana al 5 por ciento del PIB), puede incrementarse sustancialmente a la luz de la experiencia de países como Costa Rica. 

Tras la presentación de Gómez-Valenzuela, un panel de expertos reaccionó a los puntos presentados. En primer lugar, Francisco Alpízar (director del Departamento de Economía y profesor del Grupo de Ambiente y Recursos Naturales de Wageningen University en los Países Bajos) señaló que es crucial producir un policy mix que permita una gestión sostenible de los espacios naturales protegidos, en tanto los avances tecnológicos no siempre pueden sustituir el capital natural (por ejemplo, la pérdida de polinizadores asociada a la destrucción de la biodiversidad no tiene una solución técnica viable). Lo anterior se traduce, por un lado, en que las intervenciones deben centrarse más en la prevención que en la corrección de la degradación ambiental y, por el otro, en que no debe plantearse una dicotomía entre ambiente y desarrollo pues la protección y conservación del medioambiente es imprescindible para la economía. 

Después, Carol Franco (profesora del Departamento de Recursos Forestales y Conservación Ambiental de Virginia Tech en Estados Unidos) exhortó a reconocer el rol primordial que deben tener hacia el futuro las soluciones basadas en la naturaleza, pese al panorama actual de baja inversión en conservación en la República Dominicana (a 2018, menos de US $7 por hectárea de conservación). Apostar por el fortalecimiento de los manglares, por ejemplo, puede contribuir a aumentar la resiliencia y disminuir la vulnerabilidad de los ecosistemas costeros ante el cambio climático.   

Finalmente, Frank Rainieri (fundador y chairman del Grupo Punta Cana) hizo un llamado a volver al cuidado de la naturaleza para impulsar la industria turística en el país y la región, a través de mecanismos como las alianzas público-privadas. Del mismo modo, sugirió profundizar la discusión sobre estos temas en una futura conferencia de mayor duración. El evento culminó así con la ambición compartida de idear medidas concretas para avanzar en la protección de los servicios ecosistémicos y el reconocimiento de su importancia para la economía dominicana y latinoamericana. 

VEA LA GRABACIÓN DEL EVENTO AQUÍ:


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