El nuevo régimen Ortega-Murillo

La ‘victoria’ electoral de Daniel Ortega-Rosario Murillo con un alto nivel de abstencionismo muestra tanto el éxito de la táctica de eliminar a la coalición opositora que lideraba Montealegre, que de por sí era débil, así como también que la mayoría electoral no se desbordó por Ortega.

Estos resultados petrifican un poder político que desde 1990 se fue edificando hasta lograr un control absoluto.  Una lectura sobre los próximos años bajo este gobierno muestra continuidad en su forma de gobernar.

En enero Nicaragua inaugura el año con una oposición aún más débil, una economía estable, la diplomacia comedida a evitar la confrontación y un círculo de poder en renovación. Bajo esas condiciones será difícil encontrar señales de un cambio político democrático.

Primero, el orden político continuará sin ningún tipo de contrapesos, la balanza política está práctica y legalmente en manos de la fórmula gobernante.  La oposición política en la asamblea es nula y fuera de ella, los partidos están completamente fragmentados, débiles y deslegitimados. El gobierno buscará cómo oxigenar desde afuera a líderes como Alemán o Montealegre para soltarles un poco la soga sin liberarlos, de forma tal que pueda tener algún interlocutor.

La paradoja real de la política es que el gremio empresarial continúa siendo el actor político más reconocido en el país.

Para bien o para mal, el apalancamiento para la interlocución ante el gobierno recae sobre el gremio privado, léase COSEP.  Después de haber formalizado una relación de comunicación, consulta y coordinación en temas económicos, este grupo se ganó la legitimidad del gobierno.  El COSEP se ha constituido en un actor con incidencia en la vida pública y política, en su relación con el gobierno y la oposición, y con sus miembros. Sin embargo, el gremio mismo no quiere involucrarse en la política, o en protagonizar iniciativas para introducir reformas democráticas.  Para el COSEP lo importante radica en defender su interés gremial. Aunque en su decálogo declara la importancia de valores democráticos, su lectura del entorno le muestra riesgos intrínsecos de una organización no política y perciben que su posición, aunque única, no está protegida o garantizada por cualquier otro grupo del país, por lo que actuar solos representa un riesgo muy alto, especialmente cuando la relación con el gobierno no es conflictiva.

Segundo, la diplomacia internacional ha privilegiado el comercio y la seguridad, y para Estados Unidos y la comunidad internacional, Nicaragua es un país difícil pero no una amenaza. Esto favorece tremendamente el capital político de Ortega-Murillo porque el mundo externo representa una preocupación de menor envergadura.

La política actual de Washington ha consistido en mantener un vínculo cordial, resaltando la importancia de respetar el estado de derecho y unas elecciones libres y justas. También ha manifestado su compromiso con el desarrollo del país y mantiene relaciones comerciales estables (a pesar de los obstáculos que surgieron a mediados de 2016).  Sobre todo porque el interés nacional de Estados Unidos ha subordinado lo político a las prioridades de seguridad regional contra el narco-tráfico, y en consecuencia sus acciones diplomáticas en pro de la democracia han sido muy limitadas.

La llamada NicaAct significa un retroceso político, no solo por ser un instrumento de último recurso, pero también por el simbolismo que representa con la memoria de la guerra fría. Un actor externo tiene un rol clave en promover reformas políticas en un país como Nicaragua de manera concreta y constructiva. La NicaAct representa un instrumento de amenaza que más bien tiene efectos adversos porque condiciona el apoyo multilateral a cambios en condiciones que ya el régimen ha determinado.  Si bien hay herramientas importantes que en si tienen un valor intrínseco, más que político, la ley en si afectaría al país, más que al régimen. Específicamente, la cooperación del BID y del Banco Mundial representan más de US$250 millones anuales en los últimos cinco años.  La política exterior de Estados Unidos podría aprovechar su diplomacia y las tácticas que la acompañan, promoviendo un mayor acercamiento con la sociedad civil, los gremios del COSEP, y con las instituciones o agencias del gobierno.

Como mínimo, es importante aumentar el financiamiento en iniciativas democráticas con la sociedad civil en sectores como los jóvenes profesionales.  La discreción de actuar dependerá de la orientación que la nueva administración decida y del consejo que la embajada en Managua ofrezca.

Tercero, la OEA se apresuró a aceptar la invitación de Ortega.  La OEA puede facilitar el diálogo y promover una agenda sobre reforma política de manera que se desconcentre el poder político para pavimentar una transición democrática, aún dentro del fuerte sistema presidencialista.  Sin embargo, la astucia diplomática y política del Secretario General tiene que relucir con mayor fuerza que en otros lados.  Ortega-Murillo han logrado eliminar la presencia internacional de manera que han estrangulado a muchas organizaciones civiles que dependen del financiamiento externo.  Extrañamente, la respuesta de muchos países ha sido evitar la confrontación y la defensa de valores democráticos ante las formas y métodos de intimidación del gobierno Sandinista.

Cuarto, en cualquier dirección que se vea los cambios en la posición económica de Nicaragua no son dramáticos.  La posibilidad de una reducción de la renta que resulta de la cooperación venezolana (resultado del desmoronamiento del gobierno del presidente Maduro) o de cambios en el mercado de mercancías agrícolas no es muy alta. Otras tendencias económicas, como recesión, caídas en turismo o migración y remesas, son poco probables de ocurrir. En este sentido, el gobierno tiene un cierto margen de maniobra para continuar comprando votos con sus subsidios y manteniendo aceptables relaciones comerciales con el resto del mundo.

Quinto, a nivel interno del círculo de poder existe una renovación de algunos cuadros de apoyo a la familia que más probablemente fortalecerán la presencia de una gobernabilidad paralela. Daniel Ortega y Rosario Murillo han mantenido un círculo cerrado de poder con el cual han logrado un control casi total. Diariamente mantienen calibradas las piezas claves en cada posición política a cargo de la gobernabilidad  que se reportan directamente con ellos.  De ahí que en la práctica existe un gobierno paralelo, el que responde a la familia Ortega-Murillo con operadores en puestos claves, y por el otro lado, el que responde al orden constitucional, con sus ministros y burócratas, cuyo capital político es mínimo y subordinado al equipo Ortega-Murillo.

Durante los últimos diez años, el régimen gradualmente ha crecido en poder, a la vez que poco a poco ha eliminado y neutralizado a fuerzas críticas y disidentes dentro del mismo partido. El reemplazo de algunas piezas claves es de crítica importancia para el gobierno y encontrar las piezas con la calidad de lealtad y penetración en las instituciones puede ser uno de los mayores retos de este nuevo gobierno.  Este punto es clave porque hay diferencias de estilo y alianzas entre Ortega y Murillo, y estas diferencias han resultado en expulsiones de cuadros leales a Daniel o en conflicto con Murillo.

La nueve esferas del poder del régimen Ortega-Murillo

  1. Debilitamiento de los partidos políticos y sectores de oposición críticos al gobierno (eliminación y cooptación)
  2. Manipulación del sistema legal y electoral por medio de sus autoridades
  3. Uso de recursos estatales para fortalecer su círculo político y económico (subsidios a mas de 100,000 familias)
  4. Manipulación del sistema institucional para mantener o aumentar el capital político
  5. Intimidación de la sociedad civil y restricción contra los medios  de comunicación
  6. Cooptación de actores clave dentro del sector privado
  7. Control del consenso y la agenda política nacional mediante la censura, la intimidación, la falta de transparencia
  8. Cooptación de las Fuerzas Armadas y la Policía
  9. Control monopólico del partido gobernante

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Finalmente, está la posibilidad que algunas piezas claves que controlan Ortega-Murillo se liberen, y se suelten “los granos de la mazorca” del régimen.  Este es un término comúnmente utilizado por el señor Ortega que refleja su táctica de cómo ejerce su autoridad política. Para lograr su estrategia de omnipresencia y magnificencia Daniel Ortega hace uso de la intimidación de muchos actores de la política del país cuya influencia puede ser significativa o meramente formal. La intimidación se logra mediante la extorsión, la expulsión, la acusación falsa (disfrazada de justicia) y la compra de estas piezas, estrategia típica del clientelismo ‘criollo’. Sin embargo, estos personajes son acorralados en un solo grupo al cual, como una mazorca de maíz, constituyen una fuente de fuerza para el presidente. Estos ‘rehenes’ perciben la omnipresencia del presidente y responden ante su capacidad de intimidación y hasta de destrucción (cárcel, hostigamiento, y violencia física).

El desgrane es clave porque mucho del poder político de esta familia se sostiene en la falsedad y el miedo, pero no de destruir al grupo en todo porque algunos de esos personajes transmiten mensajes, brindan lealtad al régimen a cambio de no ser castigados.  De soltarse alguna de estas piezas, la fuerza del gobierno disminuiría.  Sin embargo, esta es una interrogante por descifrar porque para que estos cambios ocurran, se requerirán desgastes en otras áreas del gobierno, en particular en las fisuras dentro del círculo de poder.

En conclusión, lo que es claro es que los resultados electorales de Noviembre fueron un producto de la combinación de la astucia del círculo de poder, acompañada del amarre de la mazorca: Montealegre, un rehén del régimen, fue eliminado a través de las piezas claves del círculo Ortega-Murillo.  El resultado fue una victoria electoral prefabricada con la eliminación del líder más legítimo, situación visibilizada en el abstencionismo y una migaja de votos al títere que se prestó a la farsa electoral.

Esta victoria es un vaticinio de la continuidad del poder por medios turbios y consolidados, en un contexto internacional relativamente favorable al gobierno.  El cambio democrático en Nicaragua empieza por el ablandamiento o socavamiento de las nueve esferas en las que Ortega-Murillo han penetrado para lograr su reinado.  Sin embargo, esa realidad está determinada por las cinco interrogantes arriba mencionadas y la pregunta clave que queda es si alguien asumirá los riesgos de promover reformas democráticas.

El artículo original fue publicado en Confidencial


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