¿Enseñar habilidades no cognitivas debe ser una prioridad?

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El siguiente artículo de Alejandro Ganimian fue escrito originalmente para WISE ed.review, un sitio web que ofrece una selección diaria de noticias, nuevas ideas y tendencias innovadoras en la educación. WISE ha dado permiso al Diálogo Interamericano de reproducir el texto en el blog de PREAL. Para leer el artículo original en íngles, haga clic aquí.

Una entrevista con Paul Tough, autor de How Children Succeed: Grit, Curiosity, and the Hidden Power of Character (Random House)

Dado que mi trabajo consta en parte de analizar datos sobre desempeño estudiantil en América Latina, siempre he sido escéptico de pedidos para que las escuelas enseñen las llamadas «habilidades no cognitivas». Los resultados de las pruebas de aprendizaje en la región son muy bajos. Dos tercios de los adolescentes de 15 años argentinos se desempeñan en los niveles más bajos de las evaluaciones internacionales de matemáticas. Los estudiantes de bajos recursos chilenos están más de dos grados por debajo de sus pares ricos. Incluso Brasil, el país que ha logrado los mayores avances en la última década, se prevé que tomará por lo menos 27 años para alcanzar el rendimiento promedio en matemáticas de los países en desarrollo.

¿Por qué una región que permite que los jóvenes se gradúen de la escuela sin habilidades básicas de aritmética y comprensión de lectura debería intentar hacer más cosas? ¿Y por qué pensaríamos que podría lograrlo? Ciertamente, sería bueno que, al cumplir con sus actividades diarias, las escuelas inculcaran habilidades como la perseverancia, la curiosidad, la conciencia, el optimismo y el autocontrol. ¿Pero deberían ser una prioridad? Si los recursos son escasos, y si más tiempo invertido en una cosa significa menos tiempo invertido en otra, pedirles a las escuelas que enseñen habilidades como el carácter no sólo puede ser inútil, sino también perjudicial.

Hace dos semanas, tuve el privilegio de sentarme a conversar con Paul Tough, un periodista de educación muy reconocido que escribe a menudo para el New York Times, después de que dio el discurso de apertura de la World Innovation Summit for Education (WISE) en Doha, Qatar. Tough no es un académico de la educación, pero eso le juega a favor. Posee un don único que elude a varios en la academia por anticipar preguntas importantes en este campo, destacar las lecciones más importantes de las investigaciones rigurosas, e identificar iniciativas prometedoras. Los capítulos iniciales de su primer libro, Whatever It Takes (2008), ofrecen la discusión no técnica más interesante de lo que sabemos sobre cómo educar a los estudiantes de minorías y bajos recursos.

El último libro de Tough, How Children Succeed (2012), aboga contundentemente por la enseñanza de habilidades no cognitivas en la escuela. El autor argumenta que estas habilidades no son un sustituto, sino un complemento a las habilidades cognitivas. Los niños, dice Tough, se desempeñan mal en la escuela, en parte, debido a que tienen dificultad para hacer cosas que parecen sencillas como mantener la concentración mientras leen un texto largo o no darse por vencidos cuando intentan resolver una ecuación complicada. Cultivar el autocontrol y la perseverancia, según Tough, no es sólo «agradable»; le permite a los niños a que les vaya bien en materias como matemáticas y lectura.

Como cualquier otro latinoamericano (peor aún, un argentino), odio que me demuestren que estoy equivocado. Pero después de terminar de leer el libro de Tough (que lo hice en sólo unas horas, gracias a su estilo de escritura que combina los del New Yorker y el Economist), felizmente cambié mi opinión. El volumen me abrió los ojos a décadas de investigación en psicología y economía que muestran que las fortalezas de carácter en la niñez predicen el éxito en la adultez; y quizás más importantemente, que las intervenciones simples pueden causar un gran impacto para mejorar estas habilidades.

A pesar de que Tough me había convencido, me quedaban un par de preguntas. En primer lugar, me preguntaba si las escuelas debían enfocarse en la enseñanza de habilidades no cognitivas, o si esto era mejor dejárselo a los padres. Si bien se las llama «habilidades», el autocontrol, la determinación o la autoestima también pueden ser consideradas como rasgos de la personalidad (que pueden ser enseñados). ¿Será que las escuelas sobrepasan sus límites si tratan de moldear el carácter de los estudiantes?

Para Tough, ésta es una de esas preguntas que nos desvelan a quienes trabajamos en educación, pero  que a los padres no les parece tan importantes. «Todo padre está constantemente buscando consejos. Como padre, yo mismo te puedo decir que nadie lo tiene todo resuelto», dice Tough. De hecho, argumenta, incluso los padres de altos recursos se benefician de la educación del carácter. En How Children Succeed, Tough cuenta la historia de cómo a Dominic Randolph, el director de una prestigiosa escuela privada en la ciudad de Nueva York, le preocupa que al recompensar solamente el éxito, los padres adinerados estén impidiendo que sus hijos atraviesen experiencias frustrantes valiosas que puedan enseñarles a enfrentar situaciones difíciles en la vida.

Aún si enseñar habilidades no cognitivas en la escuela fuese necesario, me preguntaba si era posible. Muchas de las iniciativas que Tough describe en su último libro se llevan a cabo en escuelas que ya han descifrado cómo lograr que todos los estudiantes se desempeñen bien en las materias académicas. ¿Podrían las escuelas públicas de América Latina hacer lo mismo? Tough cree que sí: «Para muchos docentes, la enseñanza de habilidades no cognitivas es intuitiva. Ellos saben que estas habilidades son importantes, y están dispuestos a querer enseñarlas».

Para Tough, enseñar habilidades no cognitivas consiste en liberar el potencial de los maestros y padres de familia para compartir con los niños por qué es importante hacer cosas como resistir las distracciones o el establecer metas claras, y para darles retroalimentación sobre cómo pueden mejorar en estos hábitos. En su libro, Tough cuenta la historia de Elizabeth Spiegel, una maestra de ajedrez en una escuela de estudiantes de minorías y bajos recursos en Brooklyn. Cuando sus estudiantes pierden un juego, ella se sienta con ellos y reproduce cada movimiento, mostrándoles cada uno de sus errores.

Tough admite que esto no es lo que sucede en la mayoría de las aulas. «Los profesores de matemáticas no piensan en sí mismos de la misma manera, pero eso no significa que no deberían hacerlo.» En matemáticas, al igual que en el ajedrez, “a los estudiantes se les debe dejar luchar con problemas difíciles. Y los profesores deben desempeñar un papel más de entrenador: diciéndoles a los estudiantes lo que hicieron mal y cómo pueden hacerlo mejor», afirma Tough.

Enseñar habilidades de carácter puede ser deseable, e incluso puede ser posible dentro del aula, pero ¿depende de cada profesor, o hay algo que las escuelas pueden hacer para ayudar a los padres y maestros? En su libro, Tough describe el «boletín de carácter» que se utiliza en el Programa Conocimiento es Poder (KIPP, Knowledge Is Power Program), un conjunto de escuelas privadas subvencionadas (charter) en los Estados Unidos. Estos informes exigen que los maestros evalúen a los estudiantes en siete «fortalezas»: el disfrute, la determinación, el optimismo, el autocontrol, la gratitud, la inteligencia social y la curiosidad. El boletín se basa en la investigación de dos psicólogos líderes en la educación del carácter, Martin Seligman y el fallecido Chris Peterson, y se desarrolló con Angela Duckworth, mejor conocida por su investigación sobre la determinación.

Según Tough, lo que es útil sobre estos boletines no es que identifican las siete habilidades no cognitivas más esenciales. «Uno podría excluir algunas habilidades e incluir otras por buenas razones». Para él, lo que es más útil es que ayudan a «iniciar una conversación entre profesores, padres y estudiantes» sobre estas habilidades. Él argumenta que dado que estos boletines evalúan a los estudiantes en varios aspectos (cada concentración se califica según la frecuencia con la cual se producen una serie de conductas observables), a un niño suele irle bien en algunos de estos aspectos y mal en otros. «Por lo tanto, se le puede decir a un niño: ‘Eres genial en el optimismo. Hablemos de cómo puedes mejorar en autocontrol.’ Esto hace que los niños quieran tener estas conversaciones», dice Tough con un entusiasmo palpable.

Tough se mostró mucho menos optimista con respecto al uso del boletín para fines de ‘rendición de cuentas’ (accountability). Si bien señala que «todos nuestros incentivos están en el lado cognitivo de la educación», advierte que «ésta no debe ser otra cosa por la cual los docentes sean responsables.» Por el contrario, argumenta Tough, “debemos cambiar nuestra forma de pensar sobre la rendición de cuentas”. En primer lugar, sugiere, debemos cambiar nuestra forma de evaluar a las escuelas, con un enfoque mayor en las habilidades del estudiante que en sus conocimientos. En segundo lugar, debemos monitorear los efectos a largo plazo de las habilidades no cognitivas y tomar decisiones sobre las escuelas basadas en esos resultados, que son los que más nos interesan.

Al final de la entrevista, me quedaba una pregunta más: ¿a qué le tendríamos que prestar mayor atención? Ya que Tough había anticipado la discusión sobre las escuelas privadas subvencionadas (charter) y las habilidades socio-emocionales, pensé que no sería malo pedirle su opinión sobre la próxima gran tendencia. Tough no me decepcionó. «Ambientes», dijo, con la mirada de alguien que ya había pensado sobre esta pregunta seriamente. «En la educación, tenemos conversaciones sobre habilidades, pero de hecho sabemos bastante sobre cómo los ambientes o entornos adversos afectan a los niños. No pensamos lo suficiente sobre los ambientes en los que los niños están aprendiendo cada día y en cómo podemos cambiar esos entornos para ayudarlos a aprender más”.

Como siempre, Tough resulta estar en la frontera de la innovación en educación. Varias investigaciones en neurociencia, psicología clínica y economía en las últimas décadas han documentado la importancia de los entornos de «estrés tóxico» durante la infancia en el éxito en la vida adulta. Esta investigación está recibiendo mayor atención ahora que ha surgido nueva evidencia experimental en años recientes. Tal vez esto nos dé un indicio del próximo libro revolucionario de Tough.

Alejandro J. Ganimian es estudiante de doctorado en análisis cuantitativo de políticas educativas en la Escuela de Educación de Harvard e investigador asociado en el programa multidisciplinario de desigualdad y política social en la Escuela de Gobierno Kennedy de Harvard.


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